DA TIEMPO AL AMOR "Novedad"
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jueves, 30 de octubre de 2014
Casi finalizando nuestra visita al #MonasteriodeYuso, nos encontramos con otra de las cosas que lo enriquecen, el arca donde se conservaban las reliquias de San Felices y de San Millán.
En aquellos tiempos era habitual los saqueos a los lugares santos, tal como sucedió a la llegada de las tropas de Napoleón, pero también había penurias, así que lo más cómodo para los malhechores era entrar en estos lugares -como Pedro por su casa-, y, al amparo de su fuerza, requisar todo lo que tuviese algo de valor, pues bien, en el caso de San Felices, dejaron tan solo cuatro relicarios de los seis que tenía, arrebatando de estos las piedras preciosas que solían cubrir su parte superior. Con San Millán no sería distinto. Como los vándalos que acudieron no eran conocedores del valor que podía tener el marfil en aquellos tiempos, y de cuyo material estaba prácticamente recubierto con hermosas piezas talladas, arrancaron dichas planchas y tan solo se llevaron las láminas de oro y las piedras preciosas.
Gracias a ese "desconocimiento" de los saqueadores todavía se conservan catorce marfiles románicos del s. XI de un valor incalculable, ya que son las primeras piezas realizadas en España, concretamente en el Monasterio de Suso, en lo alto de la montaña.
Al descender por esta escalinata para dirigirnos hacia la salida, es inevitable alzar la vista, su cúpula nos hace quedarnos con la boca abierta. Todo se debe a un efecto visual. El artista ha empleado la técnica de las figuras geométricas para dar profundidad a la superficie del techo, que, os aseguro, es tan lisa como la palma de mi mano, sin embargo, a la vista de todos nos pareció que la habían labrado con rombos. ¡Increíble!
Mi amigo leonado estaba apostado al final de ella, dándome la espalda ya que estaba atento a una nueva hornada de turistas que iniciaban el recorrido.
Visitar el Monasterio de Yuso ha sido toda una experiencia, os lo recomiendo, no solo por su arquitectura, su historia o sus tesoros, sino también por su emplazamiento, a dos pasos de montañas en las que todavía se puede divisar colonias de águilas reales.
lunes, 27 de octubre de 2014
El pasado domingo se celebraba en la ciudad de Bigastro (Alicante) un encuentro muy especial en conmemoración al 75 Aniversario de la muerte del poeta español Antonio Machado Ruíz, por el que corría sangre sevillana, y que fue un icono de los artistas de la Generación del 98.
Aunque en verdad, para rendirle homenaje, tendríamos que desplazarnos hasta Colliure, pueblecito de la región del Languedoc-Rosellón (Francia), donde descansan sus resto mortales junto a los de su madre, Ana Ruíz.
Antonio Machado se vio forzado al exilio, en parte por la situación política que corría España en aquellos tiempos y, por otra, al ser incluido en las listas que la llamada Alianza de Intelectuales había confeccionado y que, entre otras medidas de emergencia, había la de evacuar a zonas más seguras a un número determinado de artistas y escritores, entre los que se encontraba Antonio Machado. Tras la insistencia de dos grandes amigos y compañeros de fatigas como eran Rafael Alberti y León Felipe, ¡al fin! Antonio accedió, no sin antes hacer que le prometieran que con él también podría ir su familia, concretamente sus hermanos Joaquín y José, y su madre.
Desde aquel entonces, las obras de Machado, tanto en poesía como en prosa, se siguen recordando y recitando en todo el mundo, tanto es así que en su 75 Aniversario se ha organizado una serie de actos que han tenido lugar en distintas ciudades del territorio español, y en los que han intervenido artistas de todos los puntos cardinales. En el organizado por la Editorial Machadiana en Bigastro, intervinieron algunos artistas amigos entre los que reconocí a poetas como Ana Esmeralda P.Recuenco, José Salieto o Helena Vilella (foto).
El recital contó con la introducción de dos grandes conocedores del trabajo de dicho artista como son Manuel Álvarez Machado, sobrino-nieto del mismo, y Jesús García Moreno.
Y que mejor forma de despedir esta reseña, que con versos del propio Antonio Machado, alegóricos a su nostalgia y reflejo de los tiempos inciertos en los que estaba viviendo.
Desnuda está la tierra,
y el alma aúlla al horizonte pálido
como loba famélica. ¿Qué buscas,
poeta, en el ocaso?
¡Amargo caminar, porque el camino
pesa en el corazón! ¡El viento helado,
y la noche que llega, y la amargura
de la distancia!... En el camino blanco
algunos yertos árboles negrean;
en los montes lejanos
hay oro y sangre... El sol murió... ¿Qué buscas,
poeta, en el ocaso?
jueves, 23 de octubre de 2014
En el anterior capítulo os dejaba medio abandonados en el Monasterio de Yuso, pero recordad que en verdad tan solo estábamos haciendo una breve parada antes de subir por estas desgastadas escaleras a su PLANTA SUPERIOR.
Nada más acceder a ella, nos damos cuenta de la diferencia con respecto al resto de la edificación. Paredes lacadas de blanco bajo un techo de arcos entrelazándose, al más puro estilo clasicista, nos permiten respirar el ambiente de recogimientos de los moradores de aquel lugar. Cada espacio está aprovechado al máximo, de hecho, sobre las puertas de acceso a las celdas de los frailes -de pequeñas dimensiones- se han expuesto los veinticuatro lienzos, en forma de gajos de naranja, donde se representa escenas de la vida y milagros de San Millán, todos ellos obra del artista José Vexés.
La gran galería, con baldosas cocidas hace cientos de años que siguen conservándose perfectas y relucientes, iluminada por grandes ventanales que dan al claustro, ahora está acristalada con doble portón, pero en aquel entonces no, así que imaginaos la penitencia que tendrían que hacer los frailes en pleno invierno, mucho más que la espiritual, para circular por esta zona mientras rezaban sus oraciones.
La gran galería, con baldosas cocidas hace cientos de años que siguen conservándose perfectas y relucientes, iluminada por grandes ventanales que dan al claustro, ahora está acristalada con doble portón, pero en aquel entonces no, así que imaginaos la penitencia que tendrían que hacer los frailes en pleno invierno, mucho más que la espiritual, para circular por esta zona mientras rezaban sus oraciones.
"Por favor, se ruega que al abrir el armario, mantengan la distancia indicada con respecto a los volúmenes". Este anuncio, comunicado a modo de advertencia por la guía, nos puso sobre aviso de que, lo que veríamos a continuación era de sumo valor. ¡Al fin! llegaba el momento tan esperado, el de contemplar los CÓDICES Y CANTORALES.
Bajo una iluminación más bien tenue, la habitación donde se exponen estos magníficos y únicos ejemplares tiene un mobiliario un tanto peculiar. Por lo general, estamos habituados a concebir los estantes para alojar libros como repisas de madera o similares, pues en el caso del Monasterio de Yuso es totalmente diferente, por necesidad. Los frailes, teniendo en cuenta que los cantorales estaban elaborados con materias naturales, es decir, que las pigmentaciones de sus grabados eran de extractos de flores y plantas y, para el papel, se había empleado piel de animal, tuvieron que pensar cuál sería la mejor manera de conservarlos. Dicen que la necesidad activa el ingenio y en el caso de Yuso, fue así.
Se realizó una cavidad a modo de cámara. En ella se situó, en su mediana, una plataforma de madera con tablones deslizantes sobre los que se colocarían posteriormente los cantorales, algunos de ellos de un peso aproximado de 60 kg. Para su conservación y aireación, se realizaron unos orificios en su parte superior, a modo de respiraderos, por los cuales permitiera entrar y salir el aire a su libre albedrío, y para que la circulación de este fuese cíclica y constante, por ello todo el perímetro del habitáculo, justamente al rededor de los ejemplares, es hueco, de esa forma la ventilación es constante y la temperatura estable, evitando entre otras cosas, la formación de humedad.
No olvidemos que en estos lugares, templos de espiritualidad, paz y sosiego, también suele ser del gusto de pequeños moradores de cuatro patas, me refiero a los roedores. Imaginaos lo que les supondría a estos encantadores animalitos encontrarse dichos ejemplares, un auténtico festín, así que, ante la posible amenaza de los mismos y, que con sus "banquetes" consiguieran destruir tanto arduo trabajo, los frailes, astutos, dispusieron en los laterales de este espacio unos orificios por donde dejaban deambular libremente a sus nuevos inquilinos, los gatos, a fin de que pusieran en práctica una de sus más notables habilidades, la caza de ratones.
En la exposición "códices y cantorales", se exponen 25 volúmenes de cantorales copiados entre los años 1729 y 1731. También puede contemplarse la labor tan minuciosa que se llevaba a cabo en aquellos tiempos, dónde se realizaba, las distintas clases de plumas, los pergaminos, los tintes y, sobre todo, la calidad de los grabados y la floritura en la caligrafía. El archivo y biblioteca monasterial está considerado entre los mejores de España y es de gran valor para los investigadores.
Y abandonamos este paraíso de las letras para adentrarnos en otro mundo, el de las reliquias.
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