jueves, 7 de julio de 2016
En una profesión como la mía, el tener las miras puestas en todo es sumamente importante, de ahí que cualquier acontecimiento, por peculiar que sea, me resulte revelador y una posible trama de alguna de mis novelas.
Hace unos días era invitada a una Profesión de la Consagración de Vírgenes y automáticamente mi mente retrocedió cientos de años en la historia para hallar el origen de dicho rito que se remonta al siglo IV.
Para el que no lo sepa, la Profesión de la Consagración de Vírgenes (Ordo Consecrationis Virginum), es un ritual practicado por la Iglesia Católica en el cual, mujeres vírgenes, se preparan para recibir al Esposo, en este caso a Cristo, y prometen a él fidelidad y amor eterno. Hasta el s. IV, no precisaba ninguna celebración litúrgica, pero a partir del Edicto de Milán (313), donde la Iglesia adquiere un papel específico y una fisonomía jurídica en la sociedad civil, el status de las vírgenes consagradas también lo hace, organizándose e institucionalizándose, y solo admite su integración en él, mediante una ceremonia litúrgica.
La ceremonia suele ser sobria, presidida por el Obispo y con la asistencia de otras vírgenes ya consagradas, fieles y familiares de las profesandas.
Suele hacerse coincidir con alguna festividad, ya sea en los días de la octava de pascua, o bien en las solemnidades, especialmente dedicadas a la conmemoración de los misterios de la encarnación, en los domingos, en las fiestas de la Virgen María o en las fiestas de las santas vírgenes. En este ocasión se hizo coincidir con la Solemnidad de la Preciosísima Sangre de Cristo, que se celebra el 1 de Julio, y el encuentro tuvo lugar, como no podía ser de otra manera, en el mismo Convento de las Monjas de la Sangre, congregando a un gran número de fieles, familiares y amigos de las profesandas.
En esta ocasión las profesandas eran junioras de la Orden de las Canónigas Regulares Lateranenses de San Agustín, tal como me explicó muy amablemente Sor Pilar, todas ellas procedentes de las Islas Filipinas.
El desarrollo de la ceremonia fue como sigue:
- Canto de bienvenida al templo e impregnación de incienso purificador en el lugar donde se iba a celebrar el ritual.
- Rito de la aspersión del agua bendita, donde el obispo fue bendiciendo a todos los asistentes.
- Liturgia de la palabra, durante la cual se procedió a la lectura del Libro del profeta Oseas ( Os 2, 16,21-22)
- Salmo responsorial.
- Segunda lectura, en esta ocasión correspondió a la carta de los Hebreos (Hb 9, 11-15), y como peculiaridad se realizó en la lengua materna de las profesandas, el bisaya (familia que comprende 30 lenguas de la rama malayo-polinesa).
- Lectura de los Evangelios según San Juan (Jn 20 19-31)
Tras la Homilía, el señor Obispo, en nombre de la Iglesia, preguntó a las vírgenes:
—¿Queréis avanzar por el camino de la caridad perfecta, según el Evangelio y la Regla y Constituciones de las Canónigas Regulares Lateranenses de San Agustín?
—¿Deseáis dedicaros al culto divino como orantes de la Iglesia en una vida contemplativa?
—¿Queréis consagraros al Hijo de Dios y desposaros con El, y vivir en pobreza y obediencia a imitación de Jesucristo y de la Santísima Virgen?
Todas respondieron: "Sí, queremos"
Hubo muchos momentos entrañables, pero uno de los más impactantes fue este, en el que las junioras se postraron y todos los presentes nos arrodillamos para implorar la intercesión de los Santos. Una de las hermanas de la Orden, cuya identidad ocultó tras la clausura, fue la encargada de leer una lista interminable de Santos de la Iglesia, y ahí muchos nos dimos cuenta, de forma simbólica, del sacrificio físico que han de hacer los religiosos al permanecer tantas horas de rodillas orando, ¡la lista era interminable!
Y tras esto, llegaba otro de los momentos importantes, la Profesión en manos de la Priora de la Orden. Esta ceremonia está cargada de simbolismo, en este caso, el depositar las manos de las jóvenes entre las de la Priora significaba que se entregaban a la Sta. Madre Iglesia y la misma Madre es la que realiza una oración solemne para aceptar tal entrega y sellar la alianza esponsal convirtiendo a estas vírgenes en esposas de Jesucristo, por ministerio del Obispo.
Entre los varios actos que se realizan hasta culminar la ceremonia, está la entrega del velo a la desposada, que en este caso se omitió, y la del anillo, signo de consagración a Cristo Esposo, a fin de que un día puedan ser admitidas en las bodas de su Reino, que les fue entregado a cada hermana de manos del Obispo, todo ello en presencia de sus padrinos.
Aprovechando el tiempo destinado a la Comunión, las recién ordenadas solicitaron al Obispo la posibilidad de ausentar durante unos minutos a fin de ser felicitadas con un abrazo fraterno, del resto de las hermanas, entre las que estaban las de mayor edad de la Orden.
Artículo dedicado a Sor Pilar, Sor Angie, Sor Ruthchelle y Sor Nariza, y a todas las personas que consagran su vida para que otros creyentes puedan ser redimidos de sus pecados, gracias a la intercesión de ellas.
Artículo dedicado a Sor Pilar, Sor Angie, Sor Ruthchelle y Sor Nariza, y a todas las personas que consagran su vida para que otros creyentes puedan ser redimidos de sus pecados, gracias a la intercesión de ellas.
Parábola de las diez vírgenes
(Mateo 25 1-13)
1 Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo.
2 Cinco de ellas eran prudentes y cinco insensatas.
3 Las insensatas, tomando sus lámparas, no tomaron consigo aceite;
4 mas las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas.
5 Y tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron.
6 Y a la medianoche se oyó un clamor: !!Aquí viene el esposo; salid a recibirle!
7 Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron, y arreglaron sus lámparas.
8 Y las insensatas dijeron a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan.
9 Mas las prudentes respondieron diciendo: Para que no nos falte a nosotras y a vosotras, id más bien a los que venden, y comprad para vosotras mismas.
10 Pero mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta.
11 Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: !!Señor, señor, ábrenos!
12 Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco.
13 Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir.
4 mas las prudentes tomaron aceite en sus vasijas, juntamente con sus lámparas.
5 Y tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron.
6 Y a la medianoche se oyó un clamor: !!Aquí viene el esposo; salid a recibirle!
7 Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron, y arreglaron sus lámparas.
8 Y las insensatas dijeron a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan.
9 Mas las prudentes respondieron diciendo: Para que no nos falte a nosotras y a vosotras, id más bien a los que venden, y comprad para vosotras mismas.
10 Pero mientras ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta.
11 Después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: !!Señor, señor, ábrenos!
12 Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco.
13 Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir.
martes, 14 de junio de 2016
On 20:09:00 by María Serralba in Coachin Literario, Historias urbanas, InfoBlog, T.E.C.A. 1 comentario
Os ofrezco un escrito de una buena amiga y alumna de mi taller T.E.C.A. Muchas veces necesitamos expresar nuestros sentimientos más profundos y hay una herramienta que es magnífica para ello, la escritura, en esta ocasión se trata de una hermosa carta de despedida a un gran amor. Os invito a que la leáis.
CARTA DE DESPEDIDA
Entre tu casa y mi casa hay un muro de silencio, me lo has pedido tú, nadie debe saberlo. Yo se que tú me quieres, como se que yo te quiero, pero el muro cada vez es más alto y ya no puedo subirlo. Tu sabes como nos queremos aunque nadie pueda saberlo.
¡Hay que pena tener nuestro amor en silencio! De noche, cuando me acuesto, me quedo con tu recuerdo. Derrumbaría ese muro que separa nuestro sueño, tormento de mis tormentos, y te cubriría de besos hasta quedar sin aliento.
¿Te acuerdas de aquel pañuelo que perdiste?, aquí lo tengo. Miro tus iniciales grabadas y lo estrujo sobre mi pecho. ¿Te acuerdas? Quizá no, hace ya tanto tiempo... Es mi compañero del alma, siempre lo llevo metido en mi pecho. Yo se que no te puedo ver, el muro cada vez es mas alto y ya no puedo subirlo.
Se nos ha pasado el tiempo, ya somos muy viejos, pero tu corazón y el mío aún siguen latiendo. Con esta carta me despido, que sigas pensando conmigo, que yo te haré un rinconcito allá, en el cielo. Allí no hay muros que nos separen, estaremos siempre juntitos, tú me abrazarás y yo, te diré lo mucho que te quiero. Allí no hay paredes, el cielo es todo nuestro, no tengas prisa en subir, tenemos toda una eternidad para estar tú y yo juntitos. Adiós, mi amor. Adiós, mi cielo. Con estas lágrimas me despido. Hasta luego.
© Relato de Luisa Molina (alumna de T.E.C.A. 2016),
adaptado por María Serralba
domingo, 5 de junio de 2016
On 18:32:00 by María Serralba in AGENDA, Coachin Literario, InfoBlog, T.E.C.A., Ventana Cultural 1 comentario
Todo empezó con una idea unida a una ilusión y a un objetivo, para terminar convirtiéndose en una realidad. Una realidad enriquecedora sobre todo a nivel humano.
Cuando me asignaron para impartir este tipo de talleres, un tanto atípicos dado los tiempos que corren y más, teniendo en cuenta mi peculiar formación y manera de ser, creo que hicieron una apuesta por algo más que un "taller de escritura bonita", como lo calificaron algunas de las personas interesadas que en un principio llegaron a los centros a preguntar. Las expresiones creatividad y autodidacta no son algo nuevo pero quizá sí aplicado a la escritura.
El primer día he de confesaros que fue horroroso. Contaba con un buen material y tenía mi puesta en escena aprendida, pero los nervios seguían presentes cuando empecé a hablar a un nutrido grupo que tenía una ganas locas de acribillarme con preguntas de toda índole, sobre todo una que a todos les tenía en vilo: «María, ¿de qué va exactamente este taller?
Tras ese comienzo hubo días en los que el proyector dijo de no ir, con lo cuál la exposición en Power Point que tenía preparada se fue al garete y tuve que improvisar. En otros fue el ordenador, haciéndome quedar mal al quedarse la pantalla en negro, en resumen, más improvisación. De la noche a la mañana tuve que cambiar la técnica y en lugar de proyector, transmití las clases por cable HDMI en un mega televisor que hasta el momento lo único que había transmitido eran partidos de fútbol. Como veis un sin vivir constante. Pero todas esas chinitas en el camino lo único que hicieron fue, que me diera cuenta qué de todas ellas podía salir airosa simplemente por una razón, por que mis alumnas siempre estaban allí para apoyarme y animarme. Sus rostros reflejaban las ansias de conocimiento, sea cual fuese este, y yo disfrutaba alimentándoles esa codicia de saber. A la segunda semana mi deseo inicial de querer dar una patada al suelo y desaparecer bajo tierra, se esfumó, empecé a tomar conciencia de que allí podía hacer muchas más cosas que la mera labor docente de enseñarles a ser escritores y a escribir bien, y así lo hice.
Cuando me asignaron para impartir este tipo de talleres, un tanto atípicos dado los tiempos que corren y más, teniendo en cuenta mi peculiar formación y manera de ser, creo que hicieron una apuesta por algo más que un "taller de escritura bonita", como lo calificaron algunas de las personas interesadas que en un principio llegaron a los centros a preguntar. Las expresiones creatividad y autodidacta no son algo nuevo pero quizá sí aplicado a la escritura.
El primer día he de confesaros que fue horroroso. Contaba con un buen material y tenía mi puesta en escena aprendida, pero los nervios seguían presentes cuando empecé a hablar a un nutrido grupo que tenía una ganas locas de acribillarme con preguntas de toda índole, sobre todo una que a todos les tenía en vilo: «María, ¿de qué va exactamente este taller?
Tras ese comienzo hubo días en los que el proyector dijo de no ir, con lo cuál la exposición en Power Point que tenía preparada se fue al garete y tuve que improvisar. En otros fue el ordenador, haciéndome quedar mal al quedarse la pantalla en negro, en resumen, más improvisación. De la noche a la mañana tuve que cambiar la técnica y en lugar de proyector, transmití las clases por cable HDMI en un mega televisor que hasta el momento lo único que había transmitido eran partidos de fútbol. Como veis un sin vivir constante. Pero todas esas chinitas en el camino lo único que hicieron fue, que me diera cuenta qué de todas ellas podía salir airosa simplemente por una razón, por que mis alumnas siempre estaban allí para apoyarme y animarme. Sus rostros reflejaban las ansias de conocimiento, sea cual fuese este, y yo disfrutaba alimentándoles esa codicia de saber. A la segunda semana mi deseo inicial de querer dar una patada al suelo y desaparecer bajo tierra, se esfumó, empecé a tomar conciencia de que allí podía hacer muchas más cosas que la mera labor docente de enseñarles a ser escritores y a escribir bien, y así lo hice.
«La finalidad principal de Proyecto T.E.C.A. es, que todos los participantes den lo mejor de sí y descubran su auténtico potencial».
Ha pasado más de un año desde que escribí esta frase resumiendo mi labor, y os puedo asegurar que la realidad la ha superado con creces. De taller a taller hemos compartido vivencias, hemos celebrado onomásticas y mejorías tras operaciones delicadas. Hemos apoyado a compañeras ante situaciones incómodas en su día a día. Se han escrito cartas de deseos y algunos de estos, con la ayuda desinteresada de todas, se han hecho realidad. Se ha disfrutado de suculentos dulces siempre que ha habido ocasión, obedeciendo las palabras de Santa Teresa que decía así: "...cuando oración, oración, y cuando perdiz, perdiz...", y hemos tenido jornadas de abrazos cuando alguien llegaba con la moral por los suelos. Hemos hablado de Shakespeare, puesto nombre al cuervo de Edgar Aland Poe y analizado textos de Gustavo Adolfo Becquer, pasando por escritores nacionales e internacionales que más de uno ya habíamos leído. Resumiendo, una amalgama de emociones y vivencias que hacen especial lo que a simple vista parecía un taller ordinario.
El año que viene es probable que tenga otra oportunidad para ser testigo de cómo la pluma de T.E.C.A. vuelve a hacer magia entre los que asistan a ella. Estoy feliz de haber contribuido a realizar una gran labor, muy necesaria en una sociedad que cada día se decanta más por el individualismo, y agradezco nuevamente a la Concejalía de Acción Social del Ayto. de Alicante, y muy especialmente a la Animadora Sociocultural de los centros comunitarios y de mayores, Dalia Rosas, haber querido incluir PROYECTO T.E.C.A. como Actividad Cultural Innovadora 2015-2016 entre los numerosos talleres ofrecidos en estos.
El año que viene es probable que tenga otra oportunidad para ser testigo de cómo la pluma de T.E.C.A. vuelve a hacer magia entre los que asistan a ella. Estoy feliz de haber contribuido a realizar una gran labor, muy necesaria en una sociedad que cada día se decanta más por el individualismo, y agradezco nuevamente a la Concejalía de Acción Social del Ayto. de Alicante, y muy especialmente a la Animadora Sociocultural de los centros comunitarios y de mayores, Dalia Rosas, haber querido incluir PROYECTO T.E.C.A. como Actividad Cultural Innovadora 2015-2016 entre los numerosos talleres ofrecidos en estos.
jueves, 2 de junio de 2016
On 17:51:00 by María Serralba in Coachin Literario, Historias urbanas, InfoBlog, T.E.C.A. 1 comentario
¡Hola amigos!, una vez más tengo el gusto de compartir con todos vosotros una anécdota vivida por una de mis alumnas de T.E.C.A., y como moraleja, podría decirse que no hay mejor medicina, que tomarse la vida con humor, tal como lo hicieron los protagonistas de esta historia surrealista. Para que luego digan que no nos hacemos mayores...
UNA SALIDA DE EMERGENCIA
Verdaderamente tengo que reconocer que estamos mayores. Hace un par de meses, después de mucho tiempo sin salir, mi marido y yo decidimos ir una tarde a tomar una picada y luego al cine. Hasta ahí todo fue bien. Nos tomamos una caña con unos calamares muy ricos y luego, una vez en el cine, elegimos una película. Hoy en día los cines no son como los de antes, están llenos de pasillos oscuros y puertas con números gigantes que indican las salas de proyección. Yo sabía que la nuestra era la sala 9, así que empezamos a buscar...
Cuando ¡por fin! la encontramos, el número estaba en una pared que hacía chaflán y daba a dos calles así que optamos por doblar la esquina hacia la izquierda pero estaba todo tan oscuro... aunque al final del pasillo vimos una puerta y allá que fuimos los dos; lo que no me di cuenta fue qué doblando a la derecha también había otra puerta. Aquello más bien parecía la boca de un lobo. Abrimos la puerta elegida y entramos, soltamos la puerta tras nosotros, qué por cierto pesaba mucho, y escuchamos el "clic" del pestillo, dándonos cuenta tarde, de que habíamos quedado atrapados en un recinto cerrado del tamaño de una salita pequeña, que la puerta ya no se podía volver a abrir, ni podíamos volver por dónde habíamos entrado, solo se podía ir hacia adelante, así que pasamos por otra puerta, igual de pesada que la anterior y para nuestra sorpresa, esta daba a una especie de balconada y de ahí, directamente a la calle. «Cariño, creo que nos hemos salido del cine», me dijo mi marido con tono pausado, quizá para no añadir más tensión a la que ya sentía al haber sido yo la que eligiera la puerta equivocada.
Desde el segundo piso donde nos encontrábamos, vimos que podíamos bajar por unas escaleras hasta la calle, así que dejé allí arriba a mi marido, encerrado, bajé corriendo las escaleras, di la vuelta entera al edificio, que para colmo de males estaba lloviendo a cántaros y, cuando llegué otra vez a la puerta principal del cine, pasando por palomitas, chuches y demás, cual sería mi sorpresa qué, para colmo de la desgracia, los porteros habían cambiado el turno y había otro chico. Al pobre le tocó aguantar todo mi relato, le enseñé las entradas ticadas para que viera que no era una fresca que pretendía colarse sin pagar, y también le dije que tenía a mi marido encerrado en una salida de emergencia, qué al fin de cuentas, era dónde nos habíamos metido sin darnos cuenta. El chico, muy amable y conteniéndose la risa, me acompañó al sitio donde yo había dejado a mi marido, le abrimos la puerta y pudimos liberarlo de su encierro. ¡Por fin! pudimos entrar en la sala correcta para ver nuestra película, aunque para aquel entonces ya estaba empezada.
Ahora entenderéis por qué digo que me estoy haciendo mayor, ya que esas cosas antes nunca me hubiesen pasado. Por otra parte esta anécdota sirvió para que al contárselo a mis hijos y nietos, nos estuviéramos riendo un buen rato.
domingo, 22 de mayo de 2016
On 22:59:00 by María Serralba in Coachin Literario, Historias urbanas, InfoBlog, T.E.C.A. Sin comentarios
Hace un año que estoy impartiendo cursos de T.E.C.A. entre los socios de los centros de mayores de Alicante, y tengo la sensación de que fue ayer cuando, temerosa de mis aptitudes como docente, aunque segura de mi objetivo, me enfrentaba a un grupo de mujeres inquietas, habidas de saber y con una felicidad y desparpajo que solo hace la veteranía de la vida. Desde entonces no pasa día ni clase en la que mis alumnas no dejen de sorprenderme con alguno de sus peculiares relatos, muchos vividos en el presente y muchos más en el pasado, la mayoría anecdóticos pero también los hay de una crudeza terrible.
A continuación quiero compartir con vosotros uno de ellos, experimentado por una niña que en aquellos días a penas tendría cuatro años y que ahora, a sus 82, todavía sufre de pesadillas por lo sucedido.
Manoli Verdú, gracias por compartir con todos nosotros un momento tan impactante de tu vida.
MADRID, un día cualquiera del año 1938
Esa noche me despertaron las horribles detonaciones de las bombas.
A mí me cogió mi padre, que había venido del frente donde luchaba, con unos días de permiso. Mi madre cogió a mi hermano que era más pequeño que yo. También cogió una bolsa en la que tenía un bote de leche condensada, una barrita de pan y unas pocas monedas. Salimos corriendo, pero al llegar al portal, una bomba había explotado en el edificio de al lado, con el humo y el pánico, nadie podía abrir la puerta del portal, no se podía respirar, pero al fin alguien la abrió. Salimos corriendo.
Mi padre, conmigo en brazos, fue al mismo refugio que íbamos siempre. Por el camino pude ver como algunas personas caían, pero algo que no he podido olvidar fue ver el cuerpo de un hombre rodando por la calle y su cabeza por otro lado.
Cuando mi padre y yo llegamos al refugio, donde estaban mis familiares y amigos, no vimos a mi madre y aquello parecía un funeral. Todos pensábamos que habían caído. Cuando terminó el bombardeo salimos de los refugios y todo fue alegría al encontrar sanos y salvos a mi madre y a mi hermano.
De estos episodios podría contar muchos más. Después de aquel día, cuando se le terminó el permiso, mi padre volvió al frente donde luchaba. El día que cumplí cinco años me envió una carta, felicitándome, junto a un billete de 10 pesetas para que mi madre me llevara al cine y me comprara un regalo. Mi mejor regalo fue aquella carta de mi padre, me hizo mucha ilusión y todavía la conservo, la leo de vez en cuando y me hace recordar, con alegría, el día 1 de Abril de 1939, cuando entraron en Madrid los aviones de las Fuerzas Nacionales anunciando que la guerra había terminado. Todo fue alegría, pero luego llegaría la posguerra, fue muy dura, nadie nos había advertido de las consecuencias de la guerra.
Por aquellos días mi padre era peluquero de caballeros y teníamos una peluquería, así que G. a D., no pasamos hambre, pero pude ver a mis vecinos, cuyos padres no tenían trabajo, rebuscando comida entre las basuras y durmiendo entre viejas mantas que les daba la gente. Esa fue otra imagen que nunca olvidaré, me marcó mucho. Desde aquel día me juré a mí misma que haría todo lo posible por no pasar por ello.
Ya de adulta he pasado por muchos problemas, pero G. a D. los he podido solucionar. Cuando quede viuda, vendí mi piso de Madrid y me vine a vivir a Alicante con mi hijo. Al principio de venir me sentí como una extraña, incluso un poco arrepentida de haber cambiado de aires, pero un día fui a una excursión que organizaba una parroquia y lo pasé muy bien, ese día conocí a tres mujeres maravillosas que ahora son mis amigas, con las que voy a todas partes y vuelvo a ser feliz. Ya no me siento tan sola. Tan solo me queda una cosa por resolver, conseguir un trabajo para mi hijo y entonces mi felicidad será plena. Lo estamos pasando francamente mal, mi pensión no alcanza casi para vivir los dos, confío que Dios no me abandone, nunca lo ha hecho.
© Relato de Manoli Verdú (alumna de T.E.C.A. 2016),
adaptado por María Serralba
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