domingo, 13 de julio de 2014
Yo y mis historias urbanas... y tenéis toda la razón, pero es que a veces te encuentras ante situaciones que te superan, por ejemplo la que viví el otro día con una amiga, os explico.
Esta amiga, muy buena persona por cierto, tiene un concepto de la vida un tanto peculiar. Como ama de casa en exclusividad, dentro de sus labores está la de cocinar, realizar las tareas de limpieza y con "MEditación" y que conste que no he dicho "DEdicación -y ahora veréis por qué enfatizo esas palabra-, la de planchar. Pues bien, hace unos días nos WhatsAppeábamos quejándonos, como buenas "maris", de lo absurda que resulta la vida para las amas de casa que SOLO, tienen como única preocupación atender a sus familias, mantener los 90 mts. cuadrados de su casa -quién no tenga más- en condiciones decentes, la despensa llena y una mente Master Cheff que tenga perfectamente programada todas las comidas del día, de la semana y si me apuras mucho, hasta las del mes, con la labor añadida de auditar la economía de la casa.
Visto desde fuera, la verdad es que es un Curriculum Vitae que podría resultar muy completo si se tuviera en cuenta a la hora de responder en la Oficina del Paro, a ese funcionario que no tiene nada que perder y que tú eres un número de expediente, la famosa y temida pregunta de: "Y Vd. señora, ¿qué experiencia laboral tiene?". Retomando la historia inicial de mi amiga os diré, que nos pasamos casi una mañana enterita WhatsApp va, WhatsApp viene, hasta que al fin le dije que, por favor, dejara de enviarme más WhatsApp porque yo tenía que continuar con mis tareas. En resumen, el problema de mi amiga es que tenía muchas prendas que planchar y al parecer la plancha que tenía era ya muy antigua y en lugar de echar vapor, como ella decía, le silbaba, así que le aconsejé que se comprara cuanto antes una como la mía.
Al final de la semana, entre WhatsApp y WhatsApp, me envió uno diciéndome: "¡¡¡Mari!!, ya me la he comprado y hay que celebrarlo", así que me puse mis mejores galas para la celebración y a las five o´clok estaba ya en su casa mentalizada a disfrutar de un buen té con pastas y su agradable compañía.
Sorprendentemente, la cocina de mi amiga Shara que siempre había sido un campo de batalla, se había transformado, ya no había trastos innecesarios y aparecía limpia como los chorros del oro, así que la vista, aun sin querer, se te iba directa al objeto picudo y reluciente que lucía en el centro de la mesa de planchado; era la homenajeada, una maravillosa plancha de la marca Bosh de 3100Wat. con ActiveControlAdvance (activación de wapor al tacto del mango), base Ceranium Glissèe y una inyección de vapor por minuto de 65g. Y ahora seguro que os preguntaréis qué cooo....nes es todo esto, pues eso precisamente son las características de este milagroso artilugio aliado del ama de casa, aunque lo mejor no era ver el aparato, lo más IMPRESIONANTE era ver a mi amiga cómo me lo vendía como si se tratase de un Ferrari.
-Está genial todo lo que me dices, Shara, pero.... ¿por qué no la has estrenado todavía?, se supone que te la compraste hace siete días, entonces...
Conociéndola como la conozco, esperé a oír su respuesta, sabía que iba a ser tan original como cuando un día me confesó que ella prefería planchar descalza y si podía, hasta desnuda, por que así conectaba con su otro yo y, mientras el terrenal planchaba, el otro, podía dedicarse a otros menesteres, pero lo que me respondió no me lo esperaba.
-¡Ay!, María, es que tengo miedo -me dijo con cara compungida-, no entiendo bien las instrucciones. Cuando creo que está encendida resulta que está apagada... ¿podrías hacerme una demostración para que me haga con los botones y las funciones?
Casi sin dejarme responder, mi amiga abrió un armario que posee en la cocina camuflado con el resto del mobiliario y ahí fue cuando mi boca se abrió como un túnel provocado por la sorpresa. La montaña de prendas sin planchar llegaba casi al techo del compartimento, lo que me hizo preguntarme... ¿cuánto tiempo estaba mi amiga sin planchar si se suponía que solo se había quedado sin plancha unos pocos días?. Sin cortarme lo más mínimo, se lo pregunté directamente.
-Oye, pero tu has visto la cantidad de ropa que tienes ahí metida sin planchar, ¿cuanto tiempo llevas sin tocar una plancha?
-¡Ay!, María, no me pegues la bronca, ni te imaginas lo que me ha supuesto a nivel mental el que esta plancha entrara en casa. Paco, se leyó las instrucciones y me las explicó, a su manera, ya sabes que los informáticos todo lo miran desde un plano virtual, pero me quedé peor de lo que estaba.
-Pero hija, es que ahí tienes casi una tienda entera. Ahora entiendo por qué tu marido decía siempre que te pasabas el día por ahí comprando en lugar de sacar lo del fondo del armario, aunque yo pensé que se refería a las prendas pasadas de moda y no, a las que tienes sin planchar.
-Por favor, María, ponte en mi lugar, este tema me supera, por eso he recurrido a ti, a mi amiga del alma, para que me lo expliques de mujer a mujer.
-Pero tía -me exalté ante su verborrea grandilocuente-, que son solo tres botones y un enchufe, como puedes ser tan cortita de entendederas.
-Que va, ahí pone muchas más cosas y la verdad, lo que más temo es que pueda quemar uno de sus polos de PH, si eso ocurriera estoy segura que Paco y yo nos separábamos definitivamente -terminó melodramática y teatral.
En vista de que por mucho que le dijese no lo entendería, y quedándome la duda de que en verdad, el apuro de mi amiga fuera sincero, no repliqué y mientras ella ponía el agua del té a calentar, puse la plancha en marcha, le mostré el uso de cada botón y el significado de las luces verde, roja y azul y por último, como extraer más o menos vapor de ella según las necesidades de la prenda. Ronda, ronda, cuando me di cuenta habían pasado tres horas, mi amiga estaba sentada frente a mí saboreando un humeante té mientras me amenizaba la velada con sus divertidas ocurrencias y yo, detrás de la tabla de planchar ejercitando los bíceps y los tríceps.
Moraleja: Antes de ayudar a alguien asegúrate bien de si es ayuda lo que necesita y sobre todo, que está dispuesto/a a aprender y a cambiar, de lo contrario, te verás como yo, haciendo el trabajo del otro/a, con cara de "ya lo sabías", y cabreada como una moto porque en el fondo, efectivamente sabía cuál iba a ser el fin de la historia.
viernes, 11 de julio de 2014
On 23:14:00 by María Serralba in Baúl recuerdos, Describiendo una imagen, ENTRE AMIGOS, InfoBlog, LA TRASTIENDA, Ventana Cultural Sin comentarios
Dedicado a mi gran amiga María Serralba, quien ha tenido la gentileza de dedicarme un precioso relato titulado "Dos mares y un destino". Yo no he querido ponerle título al mío, porque este humilde relato no es más que una contestación, o réplica, al suyo.
Caminaba por la mar verdosa de los olivos sin saber hacía qué sitio me dirigía. Solo puedo recordar dos cosas de aquel paseo, que se trataba de algo real, no soñado ni pensado ni imaginado, y que iba solo. Acababa de dejar a Ibáñez, que había venido a hablarme de los problemas de su familia. Habíamos tomado café en la casa de los Montes Orientales; por un momento lo vi avanzar por el pasillo y reflejarse en el espejo, que en todas las casas antiguas, preside el final del corredor angosto y fresco. Ibáñez paseaba su altura y superaba la de los cuadros que se repartían irregularmente por el pasillo. ¡Tan serio y tan lleno de fantasía!
Ibáñez no parece hecho de olivar, ni de carne y hueso, sino de mar. Observa la historia que me contó y que yo voy recordando durante mi paseo por los esquejes de verdes y marrones. Y como tiene mucho que ver contigo, la hago mía:
“Cabalgaba sobre una ola de blancos y verdes, de aire y de ondulada agua, como si fuese un argonauta, alguien que no desea llegar a puerto sino navegar, navegar por el mar de las esquinas, cuando sentí una llamada hecha cantar, que decía:
Por la mar de las esquinas,
Alguien camina, sin navegar;
Una voz amiga me llamaba
Sin gritar, mientras decía:
Ven amado mío a mi otro mar.
-Ibáñez -dije en un ataque de sinceridad-, esa llamada es el fruto de tu gran imaginación.
-Que sepas que, estando todas las aguas de este mundo unidas, forman mares diferentes porque la mar está llena de esquinas y cada esquina transforma un mar en otro.
Los versos iban resonando en mi cabeza como golpes de tambor, machaconamente, reiteradamente, cada vez con más fuerza.
Ven, amado mío, a mi otro mar.
No puedo decir si fue real o resultó ser el fruto de mi imaginación pero me vi cabalgando sobre mi ola, la que a ti me acerca y la misma que de ti me aleja, cuando desaparecí en las aguas y, tras unos minutos de inmersión, acabé encontrando otra ola que me subió a la superficie, como pez que ansía ver el horizonte y sabe que posiblemente ya no vuelva más a las profundidades en las que encuentra su hábitat.
Así cambié de mar. Así llegué a la mar que se ve cuando se mira al del este, cuando en la mía tengo que dirigir la mirada hacia el sur.
Allí me esperabas tú cantando la canción que yo escuché antes de atravesar la esquina que me condujo hasta el bello lugar de las amanecidas con reflejos de sal.
Tres días después le conté lo sucedido a Ibáñez. ¿Sabes que me respondió?
-La mar de las esquinas es así, muchacho.
Desde ese momento duermo mal porque lo único que deseo es volver a escuchar aquella canción que terminaba como ya he dicho:
On 12:37:00 by María Serralba in Baúl recuerdos, Describiendo una imagen, ENTRE AMIGOS, InfoBlog, LA TRASTIENDA, Ventana Cultural 1 comentario
Dedicado a mi buen amigo Antonio Espinosa, que es el que me ha inspirado para escribir este bello relato con una simple frase: "Tu mar mira al este y el mío, al sur", haciendo alusión a nuestra situación geográfica, ya que él es de Granada y yo, de Alicante. Él a su vez ha escrito otro muy bello en respuesta al mío titulado: "Las esquinas de la mar".
Tu mar miraba al este, el mío, siempre al sur,
pero a pesar de ello una corriente juguetona quiso cambiar su curso habitual y en las
profundidades marinas hizo que ambos se encontraran.
Como el tul de una bailarina, mi mar, ondulante,
suave y cálido, esperó sinuoso deseado el encuentro con el tuyo mientras que en
la lejanía, te veía ansioso aproximarte, veloz, intimidatorio y con una energía
desbordaba que hacía que las puntas voraces de los arrecifes pareciesen
esponjas de mar cuando estrellabas tu cresta dominante contra ellos.
Está amaneciendo y todavía te espero, y la tenue
luz del alba ha delimitado una fina línea donde se prevé dicho encuentro; y
estoy nerviosa, lo confieso, nunca he mezclado mis aguas tranquilas y trémulas con
un torbellino y eso es lo que temo, que al hacerlo, mi fondo cristalino deje de
ser el espejo donde los niños se miran y juguetean con los dedos de sus pies
buscando pececillos, o donde la luna
refleje su belleza en la soledad de un horizonte infinito. Pero lo mismo que
temo tu encuentro lo anhelo, amado mío, y sigo esperando que el rugir feroz del
arrecife anuncie tu llegada con un trueno, y que las puntas chispeantes de tu
impacto se diluyan como pétalos de nenúfares dormidos y uno a uno, vayan
arribando a mi mar, el del este, el que ve salir el sol antes que el tuyo y el que
adormece cuando el tuyo, aun no está dormido.
El sol ya está naciente y todavía espero
pacientemente a que las aguas de tu mar se calmen y te dejen
llegar junto a mí, amado mío, y que la bruma que genera el chapoteo de la gente
al bañar sus cuerpos en mi tul de lentejuelas verdes, me envuelva entre sus
brazos y me arrulle con cánticos de nana como un recién nacido, solo así no
será tan dolorosa mi espera, solo así lograré que este cansino día se torne
luminoso y que mis temores se borren, y se escondan como ermitaños en sus
conchas hasta llegar a desaparecer algún día.
¿Ha sucedido algo en tu travesía? ¿Es que no ves la línea que trazo con mis brazos que te indican que estoy a la espera de tu cercanía? Quizá alguna gaviota juguetona haya querido borrarla con sus idas y venidas, lo cual me crea un profundo desconcierto, ya que se ha puesto el sol en la lejanía y el fondo de tu mar, de un oscuro tenebroso, acecha al mío a cada instante, pero no noto que ciña con sus manos la cintura de mis olas, ni quiera compartir esta dicha que me embriaga. No entiendo lo que ocurre, amado mío, ¿por qué tu mar, el
del sur, no quiere cruzar la línea?
©María Serralba
miércoles, 9 de julio de 2014
No puedo negaros que disfruto inmensamente cuando puedo contaros una "historia urbana", que es como llamo a los hechos cotidianos, esos que para muchos carecen de importancia pero que sin embargo para otros, no pasan para nada desapercibidos. La "historia urbana" que os ofrezco hoy es una que me sucedió a mi el otro día.
Me encontraba en mi despacho repasando uno de los bocetos de la siguiente novela, que en breve os ofreceré, cuando desde la otra habitación, mi hijo que estaba estudiando me formulaba una simple pregunta:
"Mamá, ¿tú crees que tendré suerte en la vida?".
Aquellas palabras desataron en mi interior una cadena de pensamientos contradictorios, ¿cómo debería responder a mi hijo esa simple cuestión sin caer en la desgracia de que una mala respuesta, sesgara de un plumazo su recién descubierto entusiasmo por la vida y por su futuro?, así pues, armándome de valor y aplicando algunas de las frases de una verborrea que anidaba en un lugar olvidado de mi mente, y que había llegado hasta allí cuando más o menos a su edad yo fui la que formulaba similares cuestiones a mis antecesoras, empecé a exponer mi disertación.
"La suerte, hijo mío, en parte viene dada, y en parte has de forjarla tu mismo" -le dije, y continué explicándole que la vida es un constante trabajo de superación personal, de adaptación a un entorno que por desgracia, en muchas ocasiones nos resulta hostil y para el cual, la gran mayoría no estamos preparados, y un trabajo interior muy duro de aceptación de uno mismo y de abnegación. Si a ello le añades las veces que has de compartir con los demás, renunciar a tus deseos en favor del bienestar de otros y esperar, y no ser impetuoso a la hora de actuar a no ser que hayas meditado tu acción concienzudamente, todo ello puede ser que te reporte esa "suerte en la vida" que tu anhelas.
Mi discurso, o mejor debería decir monólogo ya que durante todo aquel tiempo desde la habitación de mi hijo no se oía asentimiento alguno, fue escuchado con suma atención, o eso me pareció a mí. A la media hora, extrañada de que no hubiese réplica alguna a mis comentarios -cosa que los que tenéis adolescentes en casa sabéis que es lo más habitual ya que lo cuestionan todo-, me levanté del escritorio y me dirigí a su cuarto. Nada más verme entrar, una luminosa sonrisa afloró a sus labios de niño adulto mientras que dirigía sus manos a los minúsculos auriculares que taponaban sus oídos, se los quitó y me dijo muy risueño:
-Mamá, perdona, pero tenía los auriculares puestos ya que así estudio mejor, ¿me decías algo?
Tras dos improperios con jerga de madre aludiendo a su falta de interés, que no trascendieron a ningún sitio, ya que nuestra conexión -madre-hijo- supera cualquier obstáculo verbal, giré sobre mis propios pasos y volví cabizbaja y meditabunda a mi posición original, es decir, en principio a recluirme en mi trabajo aunque en verdad fue en mis pensamientos, no pudiendo evitar caer en la cuenta, que desde el inicio de mi charla, yo, sabía perfectamente que en el minuto cinco mi hijo no me escucharía, y que el hecho de continuar con mi explicación en realidad se debía a que me la estaba transmitiendo a mi misma.
Nunca viene mal escuchar de nuevo las antiguas y sabias palabras que te recuerdan que, otros, mucho antes que tu, en su día recorrieron el mismo camino empedrado que tú ahora recorres, y vivieron similares situaciones o peores y que siempre, hubo alguien que les aconsejo de la mejor manera que sabía, aunque con ello no cambiase el curso de tus decisiones y menos de tu vida.
Moraleja de madre: "Antes de hablarle a tu hijo, asegúrate bien que no lleve puestos los auriculares o sino, pensarás que ese día es especial y ha salido el sol para ti porque te están dando la razón en todo lo que dices cuando en verdad, no han escuchado ni papa de lo que decías". M.S.
martes, 8 de julio de 2014
On 16:42:00 by MARÍA SERRALBA in El Legado de Flavia Julia-Trilogía, InfoBlog, Publicaciones Sin comentarios
*TRAJANO Y CONSTANTINO*
dos emperadores en el s.XXI
Santiago Posteguillo y María Serralba |
Aunque en la Historia estos dos emperadores no llegaron a coincidir, sí lo hicimos los autores que hemos recreado sus vidas en nuestras novelas.
¿Una señal?, es posible, pero para entonces la trilogía EL LEGADO DE FALVIA JULIA ya estaba escrita, y más de 1.000 páginas esperaban pacientes en los escondrijos de mi escritorio el momento adecuado de ver la luz.
El maravilloso encuentro con Santiago Posteguillo más bien reforzaría mis ansias de continuar en mi empeño, y así se lo trasladé a él. Lo que vino después de nuestra conversación fue una simpática instantánea tomada por el propietario de la Librería La Farándula de Novelda, Augusto Beltrá Jover, donde el autor presentaba su libro; quién le iba a decir a Santiago que sin proponérselo si quiera, estaba ejerciendo de padrino literario de esta aprendiz de escritora y sobre todo, iluminando el camino de EL LEGADO DE FLAVIA JULIA.
En LOS ASESINOS DEL EMPERADOR su autor Santiago Posteguillo, nos ambienta en una Roma que empieza a florecer. En ella se juega a los dados la vida de un emperador como MARCO ULPIO TRAJANO, y en ella se hace inca pie en los insondables valores de su guardia pretoriana, que se verá amenazada por la fuerza de otro tipo de sentimientos.
En LA ESTRELLA PÚRPURA, os mostraré entre otros escenario, una Roma en el cenit de su esplendor y la otra cara de un emperador tan poderoso como lo fue FLAVIO VALERIO AUGUSTO CONSTANTINO, que a pesar de ser un tanto excéntrico, por designios de la providencia, sentirá cierta debilidad por todo lo relacionado con el "Nazareno".
El ansia desmedida por abastecer a su nueva ciudad, Constantinópolis, de tesoros y bellezas sin parangón, hará que Constantino someta a la Caballería Aurata Constantiniana, su cuerpo de élite, a realizar actos vandálicos en pro de un nuevo Orbe mientras su madre, la Augusta Emperatriz Flavia Julia, continuará viaje al Bósforo, o eso al menos es lo que su querido hijo creerá.
Un improvisado aunque meditado cambio de planes en el itinerario de la Augusta, transformará lo que en un principio se suponía sería un viaje recaudatorio, en otro, donde la moneda de cambio serán los sentimientos más primitivos de todos los que en él participen.
Si quieres conocer al auténtico protagonista de esta apasionante aventura, te invito a que la leas hasta el final, te garantizo que te SORPRENDERA, ENVOLVERÁ y CAUTIVARÁ igual que lo hizo conmigo cuando la escribí.
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«Cuando la mente y el cuerpo están en perfecta sintonía, el ser humano es capaz de todo, y cuando esto no es así entonces... se puede esperar cualquier cosa de él». A la sombra de tu piel ©María Serralba
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