lunes, 17 de junio de 2013
Siguiendo en la tónica de ofreceros un fotograma de mi día a día, hoy os voy a contar la historia de TROSKI.
TROSKI es un perrito lanudo de tres años, de raza Yorkshire y mezcla de alguna más que debe saber su madre, pero nadie más. Su pelaje -blanquecino y algodonado-, le da un aspecto de un corderito más que de un perro y si eso fuera poco, lo refuerza su carita de muñeco, pero hasta ahí llegamos con lo de, "qué monada de perrito", ya que TROSKI, con una estatura que no levanta más que un palmo del suelo y dos de largo, hasta hace dos semanas era un verdadero tigre de Bengala -dicho por su amo-, un animalito anti-social, con muy malas pulgas y un marcador de territorio nato -ya me entendéis-, así que su dueño nunca quería sacarlo de paseo por el jaleo que armaba.
En el caso de Vinni -mi perro-, a pesar de su tamaño -un palmo del suelo y otros dos de largo- siempre va en contra de lo racional, es decir, que menos con perritos de su estatura, suele relacionarse con perros muuuuucho mayores que él, digamos que su ranking abarca desde pastores alemanes, huskies, hasta San Bernardos; como veis, es un intrépido de narices, pero lo cierto es que se lleva genial con ellos, a pesar de que cada vez que le veo jugar con esos gigantes, y tumbarse en el suelo cuando alguno le empuja con su pezuña, se me haga un nudo en la garganta y otro en el estómago y no hago más que pensar que, en cuestión de segundos, tendré que salir de allí con un picadillo de perro atado a una correa. Pero menos mal que de ahí no pasan a mayores, pues bien, centrándonos en TROSKI, como ya os he dicho, hasta hace una semana el jugar con Vinni hubiese sido materialmente imposible porque literalmente, se lo hubiese comido, y eso que son del mismo tamaño.
El que tiene mascotas sabe de lo que le hablo. Para uno, la suya siempre es bueniiiisima, y en el caso de dueños de perros, lo habitual cuando ves otro en tu camino, es tantear primero al "amigo" y luego, intentar un precavido acercamiento para ver la reacción de este, mientras los dueños formulan algunas preguntas, saludos, etc.. Os aconsejo NO fiarse nunca del típico comentario: ¡Tranquila, que no hace nada!, porque yo viví esa experiencia en primera persona, y en cuestión de segundos, Vinni y yo, nos vimos "arropados" por un Dogo, quien nos regaló un generoso saludo plantándose ante nosotros cual alto era, para terminar dándome un lametón en mi cara que de poco, me borra el maquillaje de todo un mes, y hasta que descubrí que el ¡tranquila, que no hace nada! era de verdad, ni os cuento como temblaba mi cuerpo, aunque está claro que siempre hay excepciones.
El temido encuentro con TROSKI no ha sido igual, más bien éste, ha pasado olímpicamente de nosotros. Su dueño, apenado, me ha narrado su historia. Al parecer lo rescató de un contenedor de basura junto a sus 4 hermanas. Él era el más pequeñito de todos, de hecho, cuando los recogió, gestionó que alguien los adoptara y las primeras en encontrar dueño fueron las hembras, mientras que a TROSKI, nadie lo quería por su aspecto enclenque, y el hombre, ya tenían una perra adulta y no querían más perros en casa.
"Me dio tanta pena que nadie lo quisiera...", me ha dicho el hombre, pero al fin encontré a una persona, aunque el mismo día que se lo iba a entregar noté algo aquí dentro -me ha señalado en la parte del corazón-, así que le dije a la chica que no, que yo me lo quedaría y ya lo ve, que bonito es, ¿verdad?, y si lo ve con mi perra, eso era digno de ver lo bien que se llevaban, parecían madre e hijo de verdad, pero ahora no sé que le pasa. Dicen que los animales son solo eso, animales, y que no sienten como las personas, pero TROSKI, desde que perdió a su madre adoptiva, no es el mismo, ha cambiado tanto que incluso echamos de menos sus ladridos insoportables y sus arrebatos de nervios durante los cuales, solía romper la bolsa de basura de la cocina, ahora, mírelo usted misma, parece como si no fuese él, incluso se ha hecho sociable y aguanta todas las cosas que le hacen los demás perros sin rechistar y, eso, me preocupa; ¿será porque echa de menos a su madre?
-Yo creo que las personas y los animales no somos tan diferentes en realidad -le he dicho-. Cuando perdemos a un ser querido, parece que algo dentro de nosotros también cambia, quizás sea, que no sepamos con qué llenar ese gran vacío.
lunes, 10 de junio de 2013
Desde que me he hecho urbanita y utilizo los transportes públicos para desplazarme a todos los lugares de mi ciudad, soy más consciente de cómo actúa el ser humado ante algunas situaciones, os voy a poner un ejemplo.
Me encontraba en la parada del bús, cuando un hombre se me acercó. A mil leguas se notaba que iba bebido, sin embargo, hacía todo lo posible para que nadie se diera cuenta de ello, cosa que resultaba francamente imposible ya que, los vaivenes de sus gestos, y el olor de alcohol y no se qué cosa más, le delataban.
- ¿Ha pasado ya el autobús? -me preguntó, haciendo referencia a un número de línea que le conduciría hacia el centro de la ciudad.
-Sí, ahora mismo acaba de pasar -le dije, un poco para ser cortés y en parte, para saber hasta que punto era consciente de qué línea era la que tenía que cojer.
-Vaya, que mala suerte tengo hoy -se confesó, pegándose repetidos golpes en la cabeza con ambas manos.
-Tranquilícese, hombre, que yo tambien lo he perdido,pero ahora mismo viene otro de camino, ya lo verá.
-Pues entonces me da tiempo a encenderme un cigarrito -me dijo, haciendo el amago de abrir una pitillera que llevaba y que, para colmo, estaba completamente vacía-. ¡Ups!, vaya, se me han terminado, pero no importa, en el otro bolsillo llevo más -me dijo con cara pícara.
A pesar de su estado de embriaguez, el hombre resultaba de lo más simpático. Expresiones como esa, y el intentar a toda costa que su borrachera pasase desapercibida, lo hacía hasta aceptable, ante una sociedad que a la menor de cambio te está dando la espalda, así que siguió allí, tambaleante, mientras esperaba su autobús que curiosmente, también era el mío.
Nada más subir al vehículo, uno de esos denominados "lanzadera" que acoplan dos autobuses en uno, de repente fui testigo de un fenómeno inusual, el llamado "honda expansiva", me estoy refiriendo a que en aquel habitáculo plagado hasta el techo de pasajeros, repentinamente se formó un espacio vacio alrededor de dicho individuo, dejándolo aislado del resto, incluso de las barras de seguridad donde podía sostener su desequilibrado cuerpo.
-No estoy mal, se lo aseguro, señorita, bueno, mitad y mitad, sí... ¡ja, ja, ja! -me dijo, mofándose de él mismo y disimulando, ya que a pesar de su estado, también había sido consciente del vacio tan grande que toda aquella gente le había hecho-.Señorita, anoche es que estuve con mis amigotes y además de beber unas cuantas copas, también me he fumado un "porrito", pero cuando baje, le aseguro que ya se me habrá pasado todo -me comunicó.
Imaginaos como iba el "artista de la cuerda floja" después de dicha confesión. El va y ven de su cuerpo iba haciendo peonza entre las distintas butacas que para más inri estaban ocupadas por gente, por supuesto que a la mínima, le cedían gustosamente su asiento para que él lo ocupase, pero el hombrecillo se negaba en rotundo a ello ya que, según él, NO ESTABA TAN MAL.
Durante el trayecto, en el cual me tocó de compañero, me informó que, una vez llegado al centro de la ciudad, tendría que hacer trasbordo a otro vehículo por que iba a un centro de salud a recoger unas pruebas, concretamente un tac que le habían hecho semanas antes. Cuando oí eso, lo primero que pensé es que, con aquella "melopea", lo más seguro es que no llegase ni a la vuelta de la esquina, pues de eso nada, menos mal que minutos antes me había dicho donde debía bajar, y qué autobús debía volver a cojer, porque al poco tiempo le oí decirme...
-Perdone, señorita, que me ponga aquí, cerca de usted, pero que sepa que no la estoy siguiendo, es que usted sabe a donde voy y yo, ya no me acuerdo.
Y ahora digo yo: y ¿si no llego a escucharle?, y ¿si le hubiese dado la espalda como todos?, a estas horas, ¿dónde estaría el tal Luis?; seguro que todavía estaría dando vueltas por Alicante. ¡Dios!, esto no me podía estar pasando a mí -me dije-, así que ya os podéis imaginar mi apuro, ¿cómo iba a dejarlo allí, sin más, cuando lo único que hacía el resto de personas era mofarse de él cuando los tirones del bus le hacían girar alrededor de una de las barras como si se tratase de una estreeper?, así que acepté mi destino y le acompañé hasta la siguiente parada y de ahí, hasta que le vi tomar el otro autobús, pero antes de subir a él, se despidió de mi muy amablemente, me estrechó la mano, me dijo su nombre, y me deseó un buen día.
A pesar de todo, aquel hombre sí demostró ser una persona y no, todos los demás, que lo único que hicieron fue reirse del desvalido y ahuecar el ala para no complicarse la vida más de lo necesario, pero... ¿y si les hubiese pasado a ellos? Está claro que hay personas y personas, pero Luis en concreto era de los que se le veía a todas luces que se había excedido un poco, pero nada más, de ahí, a catalogarlo y tratarlo como un alcohólico empedernido, me pareció excesivo. En fin, c´est la vie.
domingo, 9 de junio de 2013
Hay que ver como cambia el tiempo las cosas. Hace unos años llevábamos a nuestros niños en cómodas, aunque aparatosas sillitas para bebés, sin embargo, ahora, con tanta modernidad, cada vez son más sofisticadas y ello conlleva doble dificultad para el que las utiliza, sin ir más lejos, hoy mismo he sido testigo de lo que os estoy diciendo.
Paseaba a Vinni -mi perro-, cuando de repente, he visto como en la acera opuesta, una mujer de edad avanzada -mucho mayor que yo, por si alguno ya lo estaba calculando... ¡ja, ja, ja!-, me pedía ayuda apurada.
-Oye, por favor, ¿podrías ayudarme?, es que con estos coches tan modernos no me entiendo.
Os situo la acción: la buena señora iba paseando a su nietecito en una de estas modernas sillas que parece no tener ni ruedas, y al parecer, nadie le había advertido de que antes, se tenía que leer el manual de instrucciones, o bien, darle un somnífero al nieto que era todo un trobellino y no hacía más que intentar arrojarse por encima de la barra protectora.
Entregada a mi labor de "ayuda en carretera", le he ajustado las correas a la criatura, al menos, para que siguiese unido a la silla hasta que llegara a su casa, y luego, me he centrado en tranquilizar a la apesadumbrada abuela, escuchando sus lamentaciones sobre "las manías" que tenía su nuera de tener una cosa para cada acción.
-Yo, en mi época -me decía-, cogía un barreño con agua calentita y en mi misma cama, extendía una toalla y bañaba a mi hijo, y nunca, nunca se me escocía y además, olía como una rosa, sin embargo, mi nuera, tanto mueble y tanta cosa, y para qué, para llevar a mi nieto escocido porque la tía marrana se le olvida cambiarle el pañal amenudo.
En vista de que las confesiones iban subiendo de calibre, opté por hacer oídos sordos y despedirme de la pobre señora, siguiendo con el paseo matinal de mi perro. Situaciones como esta se dan todos los días y cada vez, por desgracia, con más frecuencia. ¿Dónde están aquellos enormes cochecitos que parecían carabanas?, ¿y las madres con titulación?; si no fuese por las abuelas...
domingo, 2 de junio de 2013
Tras un agotador absentismo literario, al fin he decidido recurrir a las runas vikingas, un poderoso amuleto de origen celta que a personas que viven en varios mundos como yo, siempre nos ha sido de gran ayuda.
Pidiéndoselas prestadas a Shaljima, mi gurusa del más allá, he formulado un único deseo antes de dejarlas deslizarse sobre el inestable tapiz de mi imaginación y de repente, he visto cómo ante mis propios ojos, una serie de escenas se sucedían. Secuencias de un pasado, de un presente y de un futuro que unidas todas ellas, daban sentido a lo que sería mi próxima creación, una historia enrevesada, con un toque de intriga, de pasión, de envidias, de miedos y sobre todo, llena de giros insospechados hasta tal punto, que realizando la estructura inicial de lo que sería su trama, no he tenido más remedio que adoptar la personalidad de uno de sus personajes y, "desde dentro", ayudar al resto a ir encajando las piezas de este laberíntico puzzle.
A LA SOMBRA DE TU PIEL tendrá una segunda parte, amigos, ya lo creo, aunque será tambíen una primera.
Aunque de todos es bien sabido que segundas partes no suelen ser buenas, y partiendo de esa muletilla, os puedo asegurar que no pondré limitaciones a mi esfuerzo por que ésta, sea incluso mejor que la primera, o, al menos, esté a la altura de la misma. ¿Su título?, pues no os lo puedo decir de momento, pero sí avanzar que tendrá un poco del antiguo y otro tanto de nuevo, como las novias que se dejan acompañar al altar por pequeños amuletos de la suerte:
“Something old, something new, something borrow, something blue and a six pence in her shoe.”
Algo viejo, como la experiencia vivida con A LA SOMBRA DE TU PIEL, todo un camino de cantos rodados que han ido cincelando mi estilo.
Algo nuevo, como mis deseos incansables de seguir creando.
Algo prestado, como el apoyo y la fuerza de todos mis familiares y amigos que han ido suavizando mis deslices literarios.
Algo azul, como el cielo infinito que me inspira cuando creo haber perdido las esperanzas.
Y, una moneda en mi zapato, como símbolo del esfuerzo que me ha costado llegar a hacer mi sueño realidad.
jueves, 30 de mayo de 2013
On 20:10:00 by MARÍA SERRALBA in Baúl recuerdos 1 comentario
Hace unos días recibía un encargo muy especial de mi buena amiga Mª Jesús García, la propietaria de la ingeniosa plataforma de accesorios, complementos y vestuario de la muñeca Nancy de Famosa.
"El costurero de CHUS" necesitaba una reseña para el encabezado de su blog y, casi al instante, mi mente se trasladó en el tiempo a 36 años atrás -que se dice pronto-, cuando en mi aspecto físico, un poco distinto al actual, destacaban sobre todo lo demás que todavía estaba en vías de desarrollo, unas voluminosas coletas con anchas lazadas. En cuanto a mi vestimenta, tampoco había mucho en dónde elegir, ya que casi todo el tiempo me lo pasaba "enclaustrada" bajo el tejido damero de un tétrico uniforme escolar de diseño espeluznante y peor gusto. Cuando ¡por fin! tuve a mi propia Nancy entre las manos, me sentí rápidamente identificada con ella. Su pelo, era igual de largo que el mío aunque de tonalidades doradas como el trigo; sus ojos, tan claros como los míos, aunque siempre me transmitían una mirada dulce a pesar de no gustarle la indumentaria que en esos instantes le estaba poniendo, pero éramos verdaderas amigas y entre amigas, nunca se discutía.
El ánsia con el que esperaba mis tardes de "NO DEBERES", para poder echar a volar mi imaginación vistiendo, desnudando, peinando, maquillando y engalanando a mi muñeca Nancy, eran mágicas, tan mágicas como mis convalecencias de las incómodas anginas, donde mis padres, haciendo acopio de mi singular colección de muñecos, improvisaban una obra de teatro donde, por supuesto, mi Nancy, era siempre la protagonista.
Otros recuerdos me vienen ahora mismo a la mente sobre la estrecha relación con esta muñeca, pero creo que lo mejor será, que vosotras, las amantes de Nancy a través del tiempo, nos los contéis; estoy segura de que muchos serán igual o más entrañables que los míos y también, muy añorados.
María Serralba©
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