DA TIEMPO AL AMOR "Novedad"

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viernes, 19 de marzo de 2021

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“Llegar lejos en la vida, es cuestión de suerte”, le decía Raquel a su hermana, tras una larga charla donde no había parado de quejarse de su ajetreada agenda de viajes de negocios y actividades sociales, mientras tanto, Sofía la escuchaba sonriente, al tiempo que intentaba hacerle una fotografía para conservarla de recuerdo en su habitación, estaba feliz de tener a su hermana en casa, aunque fuese por unas horas, antes de que esta se marchase para siempre a vivir a Nueva Orleans.

A Raquel se lo habían dado todo en la vida: dinero, pareja, belleza y salud mientras que, a Sofía, un revés en su vida se lo había arrebatado casi todo.

Así pues, ¿quién crees tú que ha llegado más lejos de las dos y porqué?

Deja tu opinión en comentarios. Gracias

Imagen: Freepik

viernes, 5 de agosto de 2016

On 10:21:00 by María Serralba in , ,    Sin comentarios
Cuando tomé el libro entre mis manos no había razón alguna para hacerlo, quizá estaba hastiada de la pasividad de mi rutina en el palacio o, quien sabe, de mi misma.

Escogí un lugar apartado del bullicio, con mi propia compañía era más que suficiente, y aparecí en uno de los corredores de las estancias principales. Apoyé levemente mi columna sobre una pared decorada con bellas estampaciones y reposé mis pies sobre el suelo virgen, exento de recargados alfombrados. Necesitaba sentir la tierra fresca, sentirme a mí misma.

El Blog de María Serralba - Reflexión de una lectora cautivaUn título cualquiera hubiese sido válido para mi hambre de evasión, sin embargo, escogí entre los miles de volúmenes apilados en las alacenas de la biblioteca uno que llamó mi atención por su simplicidad: "Cautiva", y desde el primer instante me vi atrapada en una historia que, aunque no me pertenecía, la sentía como mía, lo cual me hizo preguntarme si todos los seres de este mundo éramos tan similares unos de otros.

El tiempo pasó sin apenas darme cuenta de ello, a no ser por las leves gotas de agua que se desprendían evasivas del canelón subyugante de la clepsidra. ¿Cuánto tiempo me resta hasta volver a mi vida?, me pregunté. ¿Cuál será el final de mi historia no escrita?, pensé con temor. Todo estaba allí escrito, entre líneas, las mismas que iban dando forma a mi incertidumbre, las mismas que me decían que tras leer la última página ya no sería yo, sino de él. Mi cuerpo, mi mente y todo mi ser ya no me pertenecerían.

Reflexión de una lectora cautiva © María Serralba

viernes, 11 de julio de 2014

Dedicado a mi gran amiga María Serralba, quien ha tenido la gentileza de dedicarme un precioso relato titulado "Dos mares y un destino". Yo no he querido ponerle título al mío, porque este humilde relato no es más que una contestación, o réplica, al suyo.
Caminaba por la mar verdosa de los olivos sin saber hacía qué sitio me dirigía. Solo puedo recordar dos cosas de aquel paseo, que se trataba de algo real, no soñado ni pensado ni imaginado, y que iba solo. Acababa de dejar a Ibáñez, que había venido a hablarme de los problemas de su familia. Habíamos tomado café en la casa de los Montes Orientales; por un momento lo vi avanzar por el pasillo y reflejarse en el espejo, que en todas las casas antiguas, preside el final del corredor angosto y fresco. Ibáñez paseaba su altura y superaba la de los cuadros que se repartían irregularmente por el pasillo. ¡Tan serio y tan lleno de fantasía!

Ibáñez no parece hecho de olivar, ni de carne y hueso, sino de mar. Observa la historia que me contó y que yo voy recordando durante mi paseo por los esquejes de verdes y marrones. Y como tiene mucho que ver contigo, la hago mía:

“Cabalgaba sobre una ola de blancos y verdes, de aire y de ondulada agua, como si fuese un argonauta, alguien que no desea llegar a puerto sino navegar, navegar por el mar de las esquinas, cuando sentí una llamada hecha cantar, que decía:

Por la mar de las esquinas,

Alguien camina, sin navegar;

Una voz amiga me llamaba

Sin gritar, mientras decía:

Ven amado mío a mi otro mar.

-Ibáñez -dije en un ataque de sinceridad-, esa llamada es el fruto de tu gran imaginación.
-Que sepas que, estando todas las aguas de este mundo unidas, forman mares diferentes porque la mar está llena de esquinas y cada esquina transforma un mar en otro. 

Los versos iban resonando en mi cabeza como golpes de tambor, machaconamente, reiteradamente, cada vez con más fuerza.

Ven, amado mío, a mi otro mar.

No puedo decir si fue real o resultó ser el fruto de mi imaginación pero me vi cabalgando sobre mi ola, la que a ti me acerca y la misma que de ti me aleja, cuando desaparecí en las aguas y, tras unos minutos de inmersión, acabé encontrando otra ola que me subió a la superficie, como pez que ansía ver el horizonte y sabe que posiblemente ya no vuelva más a las profundidades en las que encuentra su hábitat. 

Así cambié de mar. Así llegué a la mar que se ve cuando se mira al del este, cuando en la mía tengo que dirigir la mirada hacia el sur. 

Allí me esperabas tú cantando la canción que yo escuché antes de atravesar la esquina que me condujo hasta el bello lugar de las amanecidas con reflejos de sal.

Tres días después le conté lo sucedido a Ibáñez. ¿Sabes que me respondió?

-La mar de las esquinas es así, muchacho. 

Desde ese momento duermo mal porque lo único que deseo es volver a escuchar aquella canción que terminaba como ya he dicho:

Ven, amado mío, a mi otro mar
©Antonio Espinosa
mar, relato, cultura, texto

Dedicado a mi buen amigo Antonio Espinosa, que es el que me ha inspirado para escribir este bello relato con una simple frase: "Tu mar mira al este y el mío, al sur", haciendo alusión a nuestra situación geográfica, ya que él es de Granada y yo, de Alicante. Él a su vez ha escrito otro muy bello en respuesta al mío titulado: "Las esquinas de la mar".

Tu mar miraba al este, el mío, siempre al sur, pero a pesar de ello una corriente juguetona quiso cambiar su curso habitual y en las profundidades marinas hizo que ambos se encontraran.

Como el tul de una bailarina, mi mar, ondulante, suave y cálido, esperó sinuoso deseado el encuentro con el tuyo mientras que en la lejanía, te veía ansioso aproximarte, veloz, intimidatorio y con una energía desbordaba que hacía que las puntas voraces de los arrecifes pareciesen esponjas de mar cuando estrellabas tu cresta dominante contra ellos.

Está amaneciendo y todavía te espero, y la tenue luz del alba ha delimitado una fina línea donde se prevé dicho encuentro; y estoy nerviosa, lo confieso, nunca he mezclado mis aguas tranquilas y trémulas con un torbellino y eso es lo que temo, que al hacerlo, mi fondo cristalino deje de ser el espejo donde los niños se miran y juguetean con los dedos de sus pies buscando pececillos, o donde la luna refleje su belleza en la soledad de un horizonte infinito. Pero lo mismo que temo tu encuentro lo anhelo, amado mío, y sigo esperando que el rugir feroz del arrecife anuncie tu llegada con un trueno, y que las puntas chispeantes de tu impacto se diluyan como pétalos de nenúfares dormidos y uno a uno, vayan arribando a mi mar, el del este, el que ve salir el sol antes que el tuyo y el que adormece cuando el tuyo, aun no está dormido.

El sol ya está naciente y todavía espero pacientemente a que las aguas de tu mar se calmen y te dejen llegar junto a mí, amado mío, y que la bruma que genera el chapoteo de la gente al bañar sus cuerpos en mi tul de lentejuelas verdes, me envuelva entre sus brazos y me arrulle con cánticos de nana como un recién nacido, solo así no será tan dolorosa mi espera, solo así lograré que este cansino día se torne luminoso y que mis temores se borren, y se escondan como ermitaños en sus conchas hasta llegar a desaparecer algún día.

¿Ha sucedido algo en tu travesía? ¿Es que no ves la línea que trazo con mis brazos que te indican que estoy a la espera de tu cercanía? Quizá alguna gaviota juguetona haya querido borrarla con sus idas y venidas, lo cual me crea un profundo desconcierto, ya que se ha puesto el sol en la lejanía y el fondo de tu mar, de un oscuro tenebroso, acecha al mío a cada instante, pero no noto que ciña con sus manos la cintura de mis olas, ni quiera compartir esta dicha que me embriaga. No entiendo lo que ocurre, amado mío, ¿por qué tu mar, el del sur, no quiere cruzar la línea?
©María Serralba

texto, mar, narración,

sábado, 15 de febrero de 2014

On 20:46:00 by MARÍA SERRALBA in    Sin comentarios
JESÚS CORONADO... Aceptó el reto y escribió. 
 
¾ ¡Valeria!  ¿Sigues ahí?
¾ Sí -La voz de su padre le confirmó que no estaba en una pesadilla. Era la cruda realidad.

¾ Valeria, dime dónde estás. Mandaré al chofer a recogerte.
¾ Si, si… un momento ¾ Valeria tuvo que pensar durante unos segundos dónde se encontraba. Su estado no era el mejor cuando llegó la noche anterior. Tras comprobar que la llave que estaba sobre la mesita de noche tenía la información que necesitaba, contestó-. Hotel “Castilla” papa, habitación 405.

¾ Está bien cariño, en unos minutos Antonio estará ahí.
No entendía nada. Si hubiera sido al contrario quizás. Pero… Javier ¿muerto? Su mente no paraba de dar vueltas intentando comprenderlo mientras dejaba el móvil sobre la cama. Se quitó la toalla y comenzó a vestirse.
Apenas tuvo el tiempo justo de enfundarse  los tejanos y la blusa. Cuando comenzó a secarse el pelo, llamaron a la puerta.

¾ Señorita Valeria.

¾ Hola Antonio. ¿Puedes darme un par de minutos.

¾ Por supuesto. Esperaré fuera ¾ dijo el chofer cerrando la puerta.
Valeria optó por recoger su pelo en una coleta y metió de forma desordenada sus pertenencias en la maleta. Si algo tenía claro en ese momento es que no iba a continuar en aquel cuchitril.  Abrió la puerta y dio un último vistazo. No quedaba nada en la habitación. Sólo  lágrimas derramadas. El chofer le cogió la maleta y ambos bajaron en el ascensor.
En el coche Valeria seguía sin dar crédito a lo ocurrido. La actitud de Javier le había dejado totalmente descolocada, verlo junto a Luis le había producido asco y un profundo odio. Pero cuando su padre le dijo que estaba muerto, notó cómo algo se quebraba en su interior. Javier fue su primer amor, el único hombre al que quiso de verdad. Pero la vida puede ser muy injusta y la clase social en la que ella se movía imponía sus normas. Supo que Javier no encajaría. De pronto… una pregunta  irrumpió entre los recuerdos ¿Qué demonios estaba haciendo su padre allí? 
El coche se detuvo de repente sin darle tiempo a razonar. Había llegado a la casa donde sólo unas horas antes su vida se desmoronó en un instante. El frágil equilibrio conseguido a base de indiferencia, se había roto cuando el fiel de la balanza se inclinó del lado de Luis.



Abrió la puerta y se abrazó a su padre que la esperaba en el zaguán. Un abrazo cálido que le transmitió seguridad y que le recordó cuanto los echaba de menos.
¾ Hola papa ¾ dijo Valeria mientras le  besaba en la mejilla.
¾ Hola cariño, cuanto me alegra verte ¾ contestó su padre volviéndola a abrazar.

¾ Será mejor que no subas. No es una escena agradable. Sé lo que apreciabas a Javier y es mejor que guardes el recuerdo de la última vez que lo viste.
La última vez que lo vi no fue una escena agradable, pensó Valeria.

¾ ¿Qué ha ocurrido? ¿Qué haces tú aquí? ¿Por qué no hay policía? ¿Y Luis?

Las preguntas se agolpaban una tras otra sin esperar respuesta.  

¾ Tranquilízate Valeria. Luis no está aquí. Ni rastro. Recibí una llamada desde su  móvil  esta mañana temprano. Pero no era él. El interlocutor simplemente me indicó que debía venir aquí si quería descubrir lo que estaba pasando. Sin policía. Así que mis hombres están revisando el apartamento, comprobando alguna posible pista de lo ocurrido antes de llamar a la policía y asegurándose de que no es una trampa. Por un momento pensé que te había ocurrido algo Valeria. Y ahora contéstame a una pregunta ¿en que andaba metido Luis? Para su sorpresa, aquella pregunta no la desconcertó totalmente. Valeria sabía que su marido no era trigo limpio y en el fondo sospechaba que cualquier día se vería envuelto en asuntos turbios.  

¾ No lo sé papa. Nuestra relación no podría decirse que pasara por su mejor momento. Como has podido comprobar, yo me marché de casa ayer noche tras discutir con Luis. Lo dejé a él y a Javier aquí vivos. A los dos ¾ Valeria prefirió no mencionar nada más.  ¾ ¡Señor! Alguien pregunta por usted al teléfono ¾ interrumpió la voz de uno de los hombres del padre de Valeria ¾ dice que es muy importante.

Ambos se apresuraron a entrar en el piso. Valeria no pudo evitar desviar la mirada hacia la habitación, pero no consiguió distinguir nada. Su padre la atrajo hacia él con la intención de que también escuchara lo que aquella voz tenía que decir. ¾ ¿Señor Muñoz? ¾ Dijo una voz grave y firme al otro lado del teléfono.

¾ Sí, soy yo.

¾ ¿Quiere volver a ver vivo a Luis?

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lunes, 27 de enero de 2014

On 1:01:00 by MARÍA SERRALBA in    Sin comentarios
MARÍA SERRALBA... Aceptó el reto y escribió. 
Sabía que permanecer encerrada en aquella habitación de tres al cuarto, no iba a resolver su vida, así que decidió darse una ducha, pero fría, cuanto más fría mejor –pensó-, igual que hacía cuando quería rendir al máximo en su trabajo después de las noches de vorágine a las que su marido le obligaba a participar, sin importarle lo más mínimo si ella, estaba o no de acuerdo.

El asistir a las interminables fiestas que ofrecían algunos de los amigos del círculo social de Luis, y que por lo general se caracterizaban por admitir… de todo, se había convertido desde hacía dos año en la única diversión para su esposo, casualmente, ahora que lo recordaba, fue tras la época en la que ella le insinuó que era buen momento para empezar a formar una familia.

 
—Preciosa. No creo que quieras estropear tu maravilloso cuerpo de Afrodita. Me gusta llevarte conmigo a las fiestas y lucirte como una valiosa posesión mientras veo como mis amigos, babean al poner sus ojos sobre este cuerpo que es solo mío, y sobre este trasero y sobre este pecho... ¡hummm! –Le dijo, mientras con sus manos más que acariciarle, le manoseaba lascivamente las partes mencionadas-. Además, qué dirían de mí si me viesen de repente, presentarme ante ellos con una ballena gorda y sebosa, en lugar de con mi putita maravillosa.
—Pero, cariño, sabes que luego de dar a luz a nuestro hijo me quedaría igual que ahora, hoy en día las madres también van a los gimnasios después de tener a sus hijos y se quedan de maravilla, además, me hacía tanta ilusión.... Algunas de mis conocidas ya han sido madres a mi edad, y para mi padre sería una alegría tremenda tener un nieto; desde hace meses no hace más que preguntarme cuando le vamos a dar un heredero.

—¡Ja, ja, ja! Vaya, ya salió a relucir tu padre y sus gilipolleces de viejo chocho.

La risa a carcajadas de Luis se escuchó en todo el dormitorio y parte del corredor principal, era la primera vez desde que se casaron, que Valeria oía de labios de su esposo un comentario despectivo dirigido a su padre -y no sería la última-, pero a pesar de ello y de no agradarle en absoluto sus palabras, no le rebatió, en su lugar, a través del espejo, siguió con la mirada fija en el movimiento que realizaban sus propias manos mientras cepillaban su largo cabello, relegando a alguna parte de su mente sus verdaderos sentimientos. Su intuición fue la que le alertó de que a partir de ese instante, algo cambiaría en su relación, como un hilo invisible de acero que se interpondría entre ellos y que se enrollaría alrededor de su cuello para, poco a poco, ir estrangulándola.
—Si tu padre te vuelve a preguntar sobre el tema, le dices de mi parte, que cuando se muera, no tiene de qué preocuparse, que su querido e inteligente yerno, al igual que controla a su encantadora hija, también sabe administrar su empresa mil veces mejor que él –le aclaró Luis con altanería-, así que, de momento, yo, seré su único heredero.

"No seas idiota Valeria, no puedes permitir que este tipo te gane esta batalla, no te lo perdonarías, así que olvídalo ya de una puñetera vez y empieza a construir tu propia vida". Repitiéndose a sí misma una y otra vez esa frase a modo de letanía, Valeria intentó armarse de valor y olvidar, a pesar de que en el futuro su buena memoria le jugaría malas pasadas. Cada gesto, cada vejación y cada caricia de su esposo los recordaba como si hubiesen sucedido el día anterior.
Con el ánimo una milésima más restablecido tras escucharse a sí misma, se dispuso a sacar algunas pertenencias de aseo de la arrinconada maleta; el único conjunto de ropa interior que con las prisas le había dado tiempo a introducir en ella era el que utilizaba cuando hacía footing. Sabía que no era precisamente de sus favoritos, aunque sí de los más cómodos ya que carecía de encajes y adornos superfluos. Su diseño, era una de sus características más destacadas y gracias a ella, había obtenido el reconocimiento en el mercado de la lencería internacional al ser la prenda con menos, que realzaba más. Tras las dos minúsculas piezas de tela le siguió una blusa de seda estampada que combinaba perfectamente con sus jeans azul celeste -una de las pocas cosas que podía llamar verdaderamente suya-, y un estuche de pinturas multifunción que solía llevar cuando salía de viaje y que le permitía recomponerse ella misma sin necesidad de acudir al maquillador profesional que le asistía de habitual cada semana en su salón de belleza. Una última ojeada a la pantalla táctil de su móvil, que había dejado sobre la mesilla de noche nada más llegar a aquel lugar el día anterior, le confirmó que no había novedades. Nada, ni notificación de eventos pendientes en su agenda, ni ningún mensaje de voz y lo más extraño de todo, ninguna llamada, cosa que celebró. "¡Menos mal!", pensó, porque de haber tenido que acudir a algún evento, su rostro no habría sido precisamente algo agradable de contemplar. En él se reflejaba con demasiada evidencia su situación y su frustración, no de su alma, que a esas alturas la sentía vacía, sino de  todo su ser que estaba muerto, tan inerte como su ánimo y sus esperanzas.

Introduciendo un pie tras otro en el pequeño cuadrilátero un tanto viscoso que hacía las veces de plato de ducha, corrió la raída cortina de lunares de colores, algunos ya traslúcidos por el desgaste, y se asió firmemente con ambas manos al frasco de champú acercándolo contra su pecho. Aquel gesto decía mucho entre líneas de cómo se sentía. Con un movimiento vigoroso, luego deslizó el gel por todo su cuerpo, intentando más que enjabonarse, darse a sí misma ese calor afectivo que sabía que a partir de ese instante echaría en falta porque, a pesar de que su vida era consideraba pública -cada dos por tres “cazada” in fraganti por algún papalagi para luego, ser vendida la instantánea a precios astronómicos a las revistas del corazón-, estaba completamente sola, bueno, hasta hace poco, ya que antes tenía a Javier, pero ahora, ni eso.


 —¡Dios!, esto no debía estar pasándome  a mí. ¿Qué voy a hacer? ¿A dónde puedo ir? Lo malo es que me conoce mucha gente… -hizo memoria-. Los amigos de mi marido, los de la empresa, los del club de golf... ¡Dios!, esto es como una pesadilla –se repitió, pero es que en verdad, pocas salidas le quedaban a Valeria por no decir, ninguna. La sensación que sentía era como la que seguramente sintiera el ratoncillo indefenso que lo meten en un laberinto mientras desde lo alto, el científico de turno analiza su comportamiento. Quería olvidar y pronto, pero su buena memoria se lo impedía. De nuevo dejó que el flujo incesante de agua, saliendo del grifo en forma de pequeñas gotas de rocío, le recorriera su rostro con el fin de que aquella acción también terminara por borrarle todos los recuerdos del pasado.

Una vez fuera de la ducha, mientras envolvía su larga cabellera con una toalla, Valeria empezó a sentir un leve dolor en las sienes, consecuencia de la agitada actividad a la que estaba siendo sometida su mente. Siempre se formulaba una misma pregunta: ¿quién se haría cargo de ella a partir de ese instante? Su patrimonio familiar le pertenecía por el simple hecho de haber contraído nupcias con Luis, pero hasta el mismo día de la firma ante un notario de confianza de la empresa, ella no fue informada, ni por su padre ni por su futuro esposo, de que existía una cláusula fideicomiso donde se indicaba claramente que todo volvería a su anterior propietario en el instante en que el contrato inicial, es decir, la boda, se diera por anulada por alguna causa derivada de los contrayentes. Una vez se encontraron fuera del edificio de oficinas, Valeria intentó una vez más que alguien le aclarase ese punto, pero los dos hombres que la acompañaban, es decir, su padre, sangre de su sangre, y su futuro esposo, el cuál prometió ese mismo día ante el notario que la protegería con su propia vida, consideraron que ella no era lo suficientemente capaz de entender dichos tecnicismo, así que un “firma aquí y confía en nosotros” fue suficiente para que Valeria se dejara llevar una vez más por la voluntad de otros y no por la suya propia.
—¡Pling! ¡Pling! ¡Pling!

El sonido tintineante del móvil le alertó de que le estaba entrando una llamada. Ajustándose la toalla a modo de turbante en la cabeza, Valeria corrió a cogerlo, pero en el mismo instante que iba a responder, algo le hizo que se detuviera. "Antes de responder, deberías de asegurarte de quién llama" -se dijo. Estaba claro que no quería saber nada de Luis, y mucho menos de Javier, así que esperó unos tonos más hasta que el aparato dio el último toque y se cortó la comunicación, permitiéndole ver por breve espacio de tiempo, el mensaje que había quedado fijo en la pantalla. Sentía cierto recelo hasta que comprobó que se trataba del número de su padre, pero... el de su móvil privado, que extraño, ¿para qué la llamaría a esas horas? ¿A caso le había llamado Luis para contarle lo sucedido entre ellos? Descartando al instante esta suposición ya que de ser así, su esposo también se habría expuesto a que ella le contase a su padre lo de su relación con Javier, empezó a preguntarse que quizá fuese algo relacionado con su corazón, así que pulsó inmediatamente la tecla memorizada con el número de éste y esperó.


—¡Valeria!, hija. ¿Dónde estás?

La voz de su padre sonaba muy alterada -observó Valeria-, además, a penas le había dejado saludarle como siempre hacía dirigiéndole una frase cariñosa.

—¡Papá! ¿Qué sucede? ¿Estás bien? ¿Qué te pasa?

—Sí, sí, pequeña, estoy bien, pero tú estate tranquila, no debes preocuparte por nada, tu padre lo tiene todo bajo control.

—¿Yo?, ¿tranquila?, ¿por qué dices eso?, me estas preocupando. ¿Qué te sucede?
—Cariño, ya te he dicho que no tienes de qué preocuparte. ¿Dónde estás? Dímelo y ahora mismo envió al chofer a recogerte. Deberías venir aquí cuanto antes.

—Pero, padre, ¿se puede saber qué te sucede? Me estás asustando.
—No te asustes hija, preferiría contarte lo sucedido cuando vengas, por cierto, estoy en tu casa. Dime dónde estás y ahora mismo mando a alguien a por ti.

—No, padre, no pienso moverme hasta que me digas qué diablos está pasando. ¿Por qué tanto misterio? ¿Porqué he de estar tranquila? ¿Le ha sucedido algo a Luis?
El silencio que secundó sus palabras, a Valeria le pareció eterno, pero al fin, tras un largo suspiro, su padre se decidió a hablar.

—Mi pequeña, mi niña, se, que lo que voy a decir a continuación te va a doler y mucho, pero... han encontrado a tu amigo Javier en tu casa... muerto.

—¡Cómo dices!, ¿Javier? ¿Mu-muerto en mi casa?

Valería no tuvo más remedio que seguir sosteniendo el móvil pegado al lóbulo de su oído mientras se dejaba caer sobre la raída moqueta de la habitación del motel. La voz de su padre le parecía lejana mientras éste le iba narrando el resto de la escena. Las fuerzas le volvían a fallar pero su mente, de nuevo procesaba toda la información. Tan solo hacía veinticuatro horas que había escuchado a su amigo decirle que estaba muy preocupado por ella. Tan solo hacia veinticuatro horas que había dejado a su amor platónico allí, vivo y semi desnudo en su habitación, en compañía de un hombre que para más inri era su propio esposo y ahora, ¿aparecía muerto?. No, eso no podía ser cierto, seguro que tras tanto llorar, se había quedado profundamente dormida y todo esto se trataba en realidad de una desagradable pesadilla.

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martes, 31 de diciembre de 2013

On 21:55:00 by MARÍA SERRALBA in    1 comentario






MARÍA SERRALBA... Aceptó el reto y escribió.

— ¡Eh!, tú, zorra, ven aquí ahora mismo, ¿me oyes?, no te he dado permiso para que te vayas todavía -le gritó Luis mientras intentaba esquivar el muro que le suponía el cuerpo desnudo de Javier para salir tras ella.

— Déjala ya. Creo que ya es suficiente por hoy, ¿no te parece?, además, tú y yo tenemos todavía algo pendiente, recuerdas...

De nuevo la voz melosa de Javier ejercía el poder de un bálsamo en el temperamento de su encolerizado amigo, sabía que tenía que ganar tiempo, fuera como fuese, para que Valeria pudiera recoger algunas de sus pertenencias y al fin, desaparecer de sus vidas para siempre.

"Desaparecer de mi vida". Aquellas palabras no podía asimilarlas, después de tanto tiempo, de tantas confidencias compartidas, ¿cómo iba a afrontarlo? Haciendo marcha atrás en la memoria, todavía recordaba las meteduras de pata en la etapa universitaria, y a una muchacha dispuesta y estudiosa que siempre salía a su paso para ayudarle. Desde el mismo instante que la vio, supo que estaba perdidamente enamorado de ella, pero su timidez le hizo mantener el secreto, incluso cuando ella le informara que había pensado contraer matrimonio con un socio de su padre, por supuesto, por conveniencia, aunque en el fondo -según le confesaría un tanto ruborizada-, también le atraía aquel hombre, a pesar de que en las tres citas en las que había ido con su padre a conocerle y hablar un poco con él, sintió como si le absorbiera toda su voluntad tan solo con la mirada.

— ¿Estás segura del paso que vas a dar? -le consultó Javier con cara de circunstancia, esperando con toda su alma que ella le dijera que no, y así, volver al estado en el que se encontraba la relación entre ellos, pero sus esperanzas se desvanecieron al instante cuando ella le respondió.

— Sí. Creo que como dice mi padre, ya es hora de que deje de actuar como una adolescente, además, él espera mucho de este enlace y no puedo defraudarle.

— Pero eso no es justo, Valeria. Lo que tu padre piense no has de tenerlo en cuenta, estamos hablando de tus sentimientos, de compartir la cama con un hombre que ni siquiera sabes que pie calza.

—Lo sé, Javier, lo sé, pero yo no podría defraudar a mi padre y mucho menos ahora, que parece que su salud no anda muy bien, además, los entendidos en el amor dicen, que el enamoramiento no existe como tal, y que el amor es más bien un proceso que tenemos que ir trabajando día a día.

—¿Expertos?, ¿entendido?, todo eso son tonterías. Sabes que te tengo mucho cariño, que has sido la mejor amiga que he tenido, por no decir la única, así que por todo eso, me considero con la suficiente confianza como para pedirte de rodillas que, por favor, no hagas esa locura, algo me dice que te arrepentirás toda la vida.

Aquel fue el único día que trataron el tema del casamiento, acto seguido, ella empezó a excusarse con que tenía que concretar los preparativos de la boda cada vez que él pretendía quedar para tomar una copa, o dar un paseo por el parque, tal como solían hacer cuando alguno de los dos necesitaba compartir con el otro sus preocupaciones. Valeria se le escapaba de las manos -pensó Javier-, y lo malo es que él no sabía de qué forma retenerla a su lado un poco más.

—¿No habías dicho que teníamos algo pendiente? -De súbito, la voz de Luis sacó a Javier de sus pensamientos retornándolo a la realidad-. Pues pongámonos a ellos, que dentro de media hora tengo que estar en el despacho para una reunión importante y no puedo llegar tarde por gilipolleces como esta. ¡Ah!, y a ver si cambias de una vez ese gesto de amargado, si es por ella, ni te preocupes, mejor olvidémosla, volverá cuando se quede sin dinero, ya lo verás, todas son iguales.

Sujetando a Javier por el cuello, Luis se lo llevó casi a rastras hasta la cama. Javier sabía que lo que iba a suceder a continuación no tenía nada que ver con hacer el amor, eso, solo lo había hecho una sola vez con Valeria, aunque ese día los dos estaban ebrios y no contó como algo transcendental, más bien, como una consecuencia de mezclar alcohol, una racha buena de resultados en los exámenes y hormonas con ganas de pasárselo bien. A partir de ese día, la distancia prudente y el trato cortés volvió a reinar entre ellos, nunca se repitió ni se habló más del incidente, así que Valeria, dio por sentado que a su compañero, igual no le gustaban mucho las mujeres o al menos de su tipo; qué equivocada que estaba.

De forma rápida, segura y sin titubeos, tal como le gustaba a Luis, Javier hizo lo que el otro le fue pidiendo para nada más terminar, ver como se metía en el baño y volvía a su rutina diaria, dejándole allí tirado como una colilla a la que nadie prestaba atención, o como mucho, a la que todo el mundo podía pisotear, pero ya no sentía nada, solo que Valeria se había ido definitivamente de su vida y con ella, también su único amor.

JESÚS CORONADO... Aceptó el reto y escribió.

Mientras Javier seguía lamentándose en silencio, Valeria ya estaba en la calle. Recogió lo que pudo meter en aquella maleta con  ruedas que tenía en lo alto del vestidor, la misma con la que trajo sus escasas pertenencias cuando se instaló por primera vez en esta casa. Era lo único que en aquellos momentos consideraba suyo.  Sin apenas pensar en lo que iba metiendo en ella de forma desordenada, las carcajadas  y exigencias de Luis saliendo de la que fue su habitación, sirviéndole de acicate para salir de allí cuanto antes. Así que cerró la maleta y se marchó a toda prisa con los gemidos de Luis penetrando como un alfiler ardiente en sus oídos hasta perforar los tímpanos, unos gemidos que le produjeron arcadas que contuvo como pudo para no vomitar en las escaleras.

Ni tan siquiera el frío aire que sintió al abrir la puerta del zaguán le hizo volver a la  realidad. Su mente, envuelta en una niebla espesa y húmeda, apenas le dio margen para recordar cómo había llegado al lugar donde ahora se encontraba. El agua caliente golpeándole la nuca fue lo primero que sintió. Sentada, con las piernas encogidas,  las manos y la cabeza sobre sus rodillas, vestida, incapaz de  recordar. Se limitó a quitarse la ropa mojada y dejar que el agua y el jabón se llevaran la confusión y la rabia. Pero no se ha inventado todavía agua y jabón que haga eso. Cerró el grifo de la ducha, se envolvió en una toalla y salió del baño para enfrentarse con una habitación de hotel barato  envuelta en la tenue luz que la lámpara de la mesilla de noche esparcía. Se acercó a la cama y dejó caer su cuerpo sobre ella como si todo el cansancio del mundo se hubiera depositado sobre sus espaldas. Y de repente… lloró. Lloró sin consuelo posible, hasta que no le quedaron lágrimas que arrastraran  sus malas decisiones, solo un tremendo deseo de dormir sin sueños.

La luz del Sol se filtraba por los agujeros de la persiana en líneas oblicuas ocupando toda la superficie de la habitación. Valeria se encontró observando las motas de polvo suspendido que jugaban a viajar a través de ellas, como si de un expreso a ninguna parte se tratara. Dejó transcurrir unos minutos. Necesitaba ser consciente de donde se encontraba y ordenar a su cuerpo que reaccionara. Se levantó y se dirigió al baño. Cuando llegó frente al espejo, se encontró con un rostro de mujer que no podía ser el suyo. Tenía los ojos enrojecidos e hinchados de tal manera que lo deformaban haciéndolo irreconocible. Lo miró fijamente y los recuerdos acudieron agolpándose sobre su frente como bolas de billar rebotando sobre las bandas de la mesa. Un matrimonio de conveniencia con un hombre que nunca quiso,  una vida llena de encuentros de ida y vuelta, de amores de papel que dejaba pasar una y otra vez… Y de Javier, el único hombre al que siempre amó. Y sin poder contener el calor que ascendía desde sus entrañas,  volvió a llorar. Pero estas lágrimas eran distintas, eran lágrimas de rabia, de furia  contenida que gritaban ¡basta ya! Se prometió que Iban a ser las últimas.

— “Volverá cuando se le acabe el dinero”  ¡Maldito cabrón! No te voy a dar ese gusto.

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On 21:05:00 by MARÍA SERRALBA in    Sin comentarios








MARÍA SERRALBA... Aceptó el reto y siguió la trama.

— ¿Alguien me puede explicar de qué va todos esto?
 
La voz grave de Luis no daba margen de error, estaba furibundo y con razón, "su chica" tenía una de sus manos posada relajadamente sobre el pecho húmedo y desnudo de su joven amante y eso le enfureció, aunque la visión de aquel instrumento en su otra mano, centelleante con cada latido del pulso de ella, le hizo mantener las distancias, limitándose solo a exteriorizar su ira con una sarta de improperios dirigidos a Valeria, como siempre solía hacer cuando algo que ella hacía, le sacaba de sus casillas.

—Tranquilízate Luis, no creo que sea para tanto –le indicó Javier, que con su tono de voz pausado intentaba a toda costa que la escena no tomara otros derroteros.
—¡Que me tranquilice, dices! Se puede saber qué pasa contigo, puta –le gritó a su mujer-. Acaso no tienes suficiente con los tíos que te tiras todas las noches que encima, me quieres robar el mío.
—Pero... Luis... yo...

 A Valeria la voz a penas le salía de la garganta, escuchaba la voz de su marido pero parecía que viniera de otro mundo, de esa parte de su subconsciente que hacía tiempo se había propuesto enmudecer.

—Luis, por favor, tranquilízate, Valeria solo creía…

Luis no dejó que Javier terminara la frase, levantándose de su posición, bordeó la cama y se dirigió hacia su mujer con los puños cerrados como si fuese un león a punto de saltar sobre su presa, su objetivo, asentarle una descomunal bofetada que le dejase marcado el rostro como en otras ocasiones, pero esta vez no llegó a ella, el cuerpo de Javier se interpuso en su camino impidiéndole hacer lo que tenía pensado.

—¡Basta ya!, creo que somos suficientemente adultos para ver las cosas como son, no te parece, Luis –le dijo a este mientras le sujetaba por los hombros.

La melosa forma de pronunciar el final de la frase, acompañada de una caricia en el rostro del hombre, sería suficiente para amansar a la bestia, pensó Javier, así que continuó con sus toqueteos en presencia de Valeria, ésta, sin embargo, luchaba por mantener la compostura y no salir de allí corriendo. Su rostro parecía un pétalo de lirio, suave, uniforme y pálido, muy pálido, tanto, que Javier, cuando la miró con cierto sentimiento de culpabilidad por tener que hacer aquellas escenas de amantes en presencia de ella, creyó que de un momento a otro su amiga se desplomaría sobre el frío y acristalado piso de gres, pero de pronto se la oyó hablar.

—Pero tú, precisamente tú, Javier, no lo entiendo.
—¡Aquí no hay nada que entender! –Despotricó Luis-. Por cierto, a qué santo llevas ese cuchillo contigo, ¿acaso querías matarme mientras estaba durmiendo?

La declaración del hombre acompañada con su mejor sonrisa de cinismo, estaba tan cerca de la realidad que dejó a Javier y a Valeria estupefactos, pero Javier, con más templanza que ella, salió al paso y le aclaró la situación.

—Valeria creía que había entrado algún ladrón a la habitación, por eso lo cogió, ¿verdad?, Valeria, ¿no es cierto que te asustaste al escuchar el ruido de la ducha?

La mirada insistente de Javier a su amiga para que ésta, aunque fuese con un simple asentamiento de cabeza, le corroborara lo que había dicho, no tuvo éxito, Valeria seguía sin poder mover ni un solo músculo de su cuerpo, y mucho menos, soltar el cuchillo, así que Javier, lentamente, aproximó su mano a la de ella y, con cautela, consiguió quitárselo para después arrojarlo lejos del escenario de la discusión.

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Al dejar de sentir el frío metal, Valeria salió de su letargo. Javier no sólo se llevó el arma con la que pensaba acabar de raíz una relación de pesadilla, también le arrancó su determinación, la que le había costado tanto tiempo reunir para enfrentarse a su marido y zanjar de una vez el problema; se llevó la ilusión por iniciar una nueva vida después de años de soportar golpes y vejaciones imposibles de olvidar. Y lo más importante, el amor que sentía por él. Javier ya no era nada.

Su vida, en un instante, volvió a quedarse en los cimientos. El castillo de arena que había construido a su alrededor fue barrido de golpe por aquella ola gigantesca de cruda realidad.

Valeria miró sus manos desnudas y asintió con la cabeza. Estaban tan vacías como su corazón y su alma. Y sintiendo como algo se quebraba en su interior, reunió los restos de orgullo y determinación que le quedaban y los miró desafiante con una mezcla de decepción y orgullo. Y sin más, dio media vuelta desandando el camino recorrido con la intención de rebobinar hasta llegar a cero. "La vida continua", pensó. Pero a veces es tan difícil vivirla.

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On 20:38:00 by MARÍA SERRALBA in    Sin comentarios




MARÍA SERRALBA... Aceptó el reto y siguió la trama.
 
Sintiendo todavía la acerada punzada en su dedo anular, recapacitó y se preguntó a sí misma: "sí él estaba allí, tumbado, ¿quién había accionado el grifo del cuarto de baño? El corazón inició un trote descompasado dentro de su pecho, aquella situación era la primera vez que se le ofrecía y no sabía como reaccionar ante ella, es más, ¿qué derecho tenía si ella acababa de hacer más de lo mismo?

Levantándose con sigilo del extremo de la cama para no despertar a su esposo, que todavía parecía dormir, Valeria anduvo en dirección al lugar de donde procedía el sonido del agua brotando sin freno. Unos instantes de titubeo fueron suficientes para retroceder sobre sus propios pasos. No quería afrontar la cruda realidad, su esposo tenía una amante, pero... ¿a ella que más le daba? Sus vidas siempre habían estado conectadas inexorablemente por un cordón umbilical repleto de conveniencias y dominado por el poder, pero aun así, el ser testigo de esa acción por parte de él, le dolía y mucho. Cierto, todavía lo amaba, en el fondo de su corazón aquellos gestos como el de las rosas la hacían ruborizarse de un infantil placer, hasta el extremo que anulaba todo el odio que sus acciones imprudentes le habían hecho atesorar en lo más profundo de su alma.

"Sé valiente y hazlo" -se dijo, así que sin más titubeos se acercó hasta la puerta del baño y la abrió de un solo movimiento. Para lo que encontró en su interior, definitivamente, no estaba preparada.

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Le golpeó el vapor húmedo en el rostro, aún así, siguió notando el calor en las mejillas. No era por el rubor que le produjo la rosa. Le asaltaron las sensaciones, explotaban en su interior como lo hace el maiz en una olla puesta al fuego. El sentimiento de sorpresa daba paso al engañó, el engaño a la rabia, la rabia a la ira. Era como estar en el centro de un tiovivo viendolas pasar sin poder hacer nada. Pero al fin, pasados unos minutos en que ambos sólo se miraban sin saber que decir, terminó llegando el alivio. Valeria supo que el problema estaba resuelto. De un plumazo, Javier lo había hecho.

- ¿Qué haces aquí, Javier? - preguntó.
- Ayudarte, Valeria. Te dije que resolvería el problema. Te quiero demasiado para verte sufrir. No quiero que cometas una estupidez.
- Pero ¿liarte con él?
- Sí, era necesario. Supe de sus gustos y pensé que era lo mejor. Él nunca pensó en dejarte, prometió hacerte la vida imposible hasta acabar contigo o que tú, acabaras con él. Así que hice que se enamorara de mí. No fue difícil.

Valeria no daba crédito a todo lo que estaba pasando. Su mente se bloqueó en un momento. Dudas y preguntas empezaron a golpearla con fuerza, como el herrero golpea el hierro sobre el yunque. Sin ser consciente de sus movimientos su cuerpo retrocedió hasta tropezar con la cama. Cuando giró su cabeza, Luis estaba despierto. Miraba atónito la escena, fijando su vista de uno a otro sin parar. Aunque lo que más llamó su atención fue el enorme cuchillo que Valeria sostenía aún en su mano izquierda.

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On 20:23:00 by MARÍA SERRALBA in    Sin comentarios





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Pero... ¿qué significaba todo aquello? Los pies descalzos de Valeria quedaron clavados en las frías losas del pavimento bajo el mismo marco de la puerta de su alcoba. La imagen que llegaba hasta sus retinas no se parecía en nada, a la que ella había elaborado en su mente y que le facilitaría el llevar a cabo la atrocidad que había estado fraguando desde que abandonara al desconocido, envuelto en fragancia de jazmines, tras su baño compartido. ¿Qué significaba todo aquello?, ¿a caso había sido alertado por alguien de su ausencia?, ¿por qué, después de tantos sinsabores, precisamente ese día le obsequiaba con una rosa? Miles de preguntas sin respuesta la atormentaban mientras su mano se aferraba con más fuerza al frío metal, su único cómplice, su salvación y también su perdición en este juego del amor.

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Se acercó despacio. Desconcertada. Aquella rosa roja trajo a su mente viejos recuerdos. Recuerdos felices de otros tiempos en que ambos se demoraban entre las sabanas, jugando a descubrir cada rincón de sus pieles. Dando nombre a cada poro imperfecto; amándose hasta perder la noción del tiempo.

Se sentó al lado de aquella rosa roja que tanto la perturbaba. La tomó para aspirar ese aroma que tanto le gustaba, y aparecieron las dudas. Ya no estaba tan segura. La gente puede cambiar y ella en el fondo... aún sentía algo por él.

El ruido del grifo llamó su atención trayéndola de golpe al mundo real. El sobresalto hizo que una de las espinas se clavara en el dedo. Que idiota había sido. Apretó con fuerza sintiendo de nuevo el frío metal en la mano. Mientras, su mente, empezó a dibujar el final de la historia.

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«La fuerza inagotable que anida en mi interior, es la fuente de la que se nutre mi perseverancia por ver hecho realidad mi único deseo». Leimotiv de ©María Serralba

«Todo en la vida se puede llegar a lograr, tan solo es cuestión de TIEMPO, de DESEO, de ESFUERZO y siempre dotándolo con una generosa dosis de mucho AMOR». Da tiempo al Amor ©María Serralba

«Cuando la mente y el cuerpo están en perfecta sintonía, el ser humano es capaz de todo, y cuando esto no es así entonces... se puede esperar cualquier cosa de él». A la sombra de tu piel ©María Serralba

«En un mundo donde todo es sentimiento el sexo que tenga este carecerá de importancia». El Dios del faro ©María Serralba

«Todo el que se ensalza será humillado y el que se humille será ensalzado...». La estrella púrpura ©María Serralba

«Si la inspiración no viene a mí salgo a su encuentro a mitad del camino». ©Sigmud Freud

«Sin los escritores, aun los actos más laudables son de un día». ©José Augusto Trinidad Martínez (Azorín)

«Un autor de historias fingidas escribe el libro que quiere leer y que no encuentra en ninguna parte». ©Augusto Roa Bastos

«Existe una fuerza motriz más poderosa que el vapor, la electricidad o la energía atómica y es, la voluntad». ©Albert Einstein

«Las personas solo cambiamos de verdad, cuando nos damos cuenta de las consecuencias de no hacerlo». ©Mario Alonso Puig