lunes, 22 de diciembre de 2014
En el artículo anterior, EN BUSCA DE UN SUEÑO, os narraba el inicio de esta aventura, pues bien, en este os contaré el motivo de la misma.
Acababa de llegar a la Estación de Francia y me dispuse a tomar un taxi, un amable taxista de origen hindú se ofreció a cubrir el trayecto de 13 minutos que distaba la estación, del edificio donde estaban ubicadas las oficinas de Sandra Bruna Agencia Literaria, mi destino.
En un principio pensé hacerlo en bus, incluso a pie, ya que en mi cabeza todavía llevaba instalado el GPS de Alicante, donde cualquier distancia casi puede cubrirse sin prisas andando, sin embargo las manzanas allí no eran lo mismo, así que convencida desistí. El taxista, comunicativo tanto o más que yo, a una pregunta mía de ¿cómo va el negocio?, se enzarzó en un monólogo que duró casi todo el recorrido. En él me puso al corriente de la existencia de taxis piratas que les quitan el trabajo a los que están regulados y de clientes, que aprovechan las paradas en algún semáforo para apearse del vehículo sin pagar la carrera.
Mientras el hombre sorteaba camiones, motos y toda clase de transportes ya que estábamos en pleno centro y en hora punta, yo fui tomando instantáneas, a toda velocidad, de algunos de los preciosos monumentos que se ofrecían en nuestro recorrido.
Mientras el hombre sorteaba camiones, motos y toda clase de transportes ya que estábamos en pleno centro y en hora punta, yo fui tomando instantáneas, a toda velocidad, de algunos de los preciosos monumentos que se ofrecían en nuestro recorrido.
-¡Oiga! Le rogaría que si le es posible, fuera un poco más rápido, dentro de nada tengo que estar en una reunión muy importante y creo que voy a llegar tarde. -Le mentí, aunque pensándolo bien, también había un poco de verdad en esa mentira inocente, tenía muchas ganas de llegar y conocer a mis nuevos amigos literarios, pero tan poco era cuestión de que el hombre se saltara todos los semáforos y fuésemos volando sobre Barcelona como si se tratara del coche de Chitty Chitty Bang Bang, ¿verdad?
¡Al fin! me encontré ante la puerta del edificio donde estaban las oficinas de SB. Cargada con un bolso -copia del que llevaba Mary Poppins, al menos por sus dimensiones-, bufanda, guantes y abrigo, me dispuse a coger el ascensor para subir hasta el 5º piso.
"No, no es posible", me dije, "esto no puede pasarme a mí". Pero sí me estaba pasando, ese mismo día el ascensor lo estaban revisando, así que respirando hondo me armé de paciencia e inicié el ascenso por unas escaleras traicioneras de peldaños desiguales, de esos que te activan los gemelos o te los destrozan, hasta el quinto piso.

Queriendo responder pero sin aliento para hacerlo, recuerdo que tan solo pude apoyarme en el marco de la puerta y con un gesto de mi mano, rogarle que me diera un poco de agua, una vez recobré el aliento lo único que pude decirle fue una de mis ocurrencias inglesas, que si tenían pensado que no fuera más por allí, bien podían habérmelo dicho antes en lugar de anular el ascensor. Creo que todavía se está riendo la muchacha de mi ocurrencia, o más bien debería decir de mi aspecto, ya que mi cara era fiel reflejo del episodio "Expediente X" que acababa de vivir.
Tras unos breves segundos, acomodé la vista a mi nuevo emplazamiento. ¡Que gozada!, ¡había libros por todas partes!, ¡y de autores archi-conocidos!, aunque lo que me resultaba más fuerte de todo ello era que, yo, después de tanto tiempo, por fin estuviese allí. Mi sueño empezó a cobrar tiznes de realismo, aun sintiéndome que flotara, cuando vi salir a Joan Bruna de su despacho.
Durante bastante tiempo estuvimos encerrados en la sala de reuniones haciendo memoria de todo lo que habíamos compartido antes y después de fraguar la publicación de "La estrella púrpura". Joan Bruna me preguntaba y yo le respondía. Yo le consultaba, y él me aconsejaba, así hasta que el hambre hizo acto de presencia y nos fuimos a comer unos platos típicos del lugar que me supieron a manjar de dioses, pero no por ello dejamos de hablar, ya que todavía había muchos temas en el tintero que al menos, por mi parte, buscaban una respuesta, y aquel era el momento idóneo de conseguirla. Una cosa llevó a la otra y finalizó nuestro encuentro elaborando un planing de trabajo cara al próximo año, en el que incluía muchas horas de trabajo para mí y un aluvión de sorpresas para los lectores no solo de nuestro país.
De regreso a la agencia dediqué el tiempo restante a hacer fotos a todo el mundo; a saber cuándo podría volver, así que quería llevarme todos aquellos instantes de recuerdo, no solo en mi memoria o en mis retinas.
El momento mágico de la jornada fue cuando Sandra y Berta Bruna, hicieron que me pusiera la nariz de payaso para hacernos la foto y así, dejar testimonio de nuestro apoyo total e incondicional a la campaña solidaria "La literatura alimenta", proyecto que la agencia está llevando a cabo conjuntamente con la Asociación "Pallapupas", personas que desinteresadamente se ocupan y preocupan de que los niños que debido a su enfermedad pasan un largo periodo de tiempo en centros hospitalarios, sigan teniendo alegría de vivir e ilusión como cualquier otro niño de su edad .
Sin lágrimas en los ojos, pero sí al menos en el corazón, abandoné la Agencia para volver a mi tierra, Alicante.
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