lunes, 6 de octubre de 2014
—Buenos días, buen hombre —me dijo muy amablemente—. Seguramente no se acordará de mí, soy el que le compré manzanas la semana pasada.
¿Que no me iba a acordar de él?, que chistoso, más bien había sido difícil no olvidarme de él, que no es lo mismo -pensé decirle-, pero al final no le respondí, en lugar de ello esperé a ver qué era lo que quería aquel tipo en esta ocasión.
—He preguntado en el pueblo, y me han dicho que estas manzanas las cosecha usted mismo, que son de su huerto, ¿es eso cierto?
—Así es, con estas manos, esta inteligencia que Dios me ha dado, y este sol que me achicharra todos los días y, por supuesto, siempre que el lumbago me lo permite —le respondí con tono sarcástico.
—Pues están buenísimas. A mi hija le han encantado, hasta tal punto, que me ha dicho que cada vez que pase por aquí le llevé una caja de sus manzanas.
¡Vaya!, si al final el tipejo va a resultar que tiene corazón -pensé, pero mis pensamiento fueron interrumpidos al oír que se dirigía de nuevo a mí.
¡Vaya!, si al final el tipejo va a resultar que tiene corazón -pensé, pero mis pensamiento fueron interrumpidos al oír que se dirigía de nuevo a mí.
—En verdad me gustaría hacerle una oferta.
—¿Una oferta? ¿A qué se refiere? El precio es el que es, no puedo bajar ni un céntimo más el kilo o, al final, voy a tener que comerme yo mismo mi propia producción.
—Tranquilo, hombre, que no me refería a eso. Mi oferta consiste en saber si le interesaría trabajar en una fábrica en lugar de hacerlo como lo hace, aquí, a pie de carretera expuesto a cualquier peligro.
—Pues claro que me gustaría, estoy en esto toda la vida y nunca me he visto como ahora, pero ya ve, a mi edad, es complicado que me ofrezcan un puesto de trabajo.
—En eso tiene toda la razón —me respondió—, aunque también es cierto que la creación de empleo es importante para reducir los desequilibrios sociales. Y yo, para contribuir en ello, podría ofrecerle un puesto de trabajo en mi fábrica, si usted está dispuesto.
Aquello era verdaderamente sorprendente, un tipo como aquel, trajeado hasta las pestañas, y que por comer mis manzanas había decidido darme un trabajo, a ver, ¿quién se lo iba a tragar cuando lo dijese en la taberna del pueblo? Efectivamente, nadie, pero era tan cierto como que el sol me estaba dando en el cogote, y que las plantas de mis pies empezaban a hervir sobre el asfalto como huevos fritos.
Sin esperar mi respuesta, aquel hombre continuó hablándome.
—Ya sé que usted no tiene preparación alguna, pero creo que en mi empresa podría encajar perfectamente, siempre y cuando esté dispuesto a aceptar el desafío.
Pues claro que estaba dispuesto y así se lo hice saber a aquel individuo. A la semana siguiente estaba trabajando para él. El desafío que me proponía era permanecer en una de las naves de su fábrica seleccionando precisamente ¡manzanas! Cuando vi todas aquellas cintas transportadoras, llevando de un lado a otro de la nave cientos de miles de manzanas, casi me da un infarto. Si con mi huerto de cinco árboles ya me volvía psicótico, ¿cómo iba a cuidar de todas aquellas manzanas? Está claro que en muchas empresas emplean una filosofía de trabajo más enfocada al individuo que a la producción en sí, ya que este, en un principio, es el motor que genera que todo el conjunto pueda funcionar y avanzar con una mejor constante, pues bien, allí se empleaba este tipo de filosofía, la de la excelencia. Cada paso que se daba no era sin pensar, todo tenía una razón intrínseca, así fue también a la hora de asignarme una tarea. Mis ojos, desde pequeño, estaban tan habituados a diferenciar las piezas defectuosas de las perfectas, que empecé realizando dicha labor. Al principio me sentí un poco confuso, pero con el tiempo, llegué a adaptarme al lugar y a los cambios de tareas. Hacía lo que siempre había hecho, aunque resguardado de las inclemencias del tiempo, y sin el agobio que me suponía llegar a casa todos los días sopesando si había vendido suficientes manzanas o no para alimentar a mi familia. Además, podía seguir oliendo mis preciosas manzanas siempre que lo deseara.
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