miércoles, 17 de septiembre de 2014
Hace unos días iba caminando por la calle y, casualmente, pasé junto a una mujer y un hombre que hablaban en la misma acera. Él, mantenía un tono jovial, podría decirse que incluso bromista mientas que, el de ella, sonaba amable pero sin excesos. Durante el breve espacio de tiempo que coincidieron mis pasos al cruzar por donde ellos se encontraban, un fragmento de su conversación llegó hasta mis oídos, aunque tan solo una parte de esta, me llamó poderosamente la atención, de hecho, me suscitó una incógnita que he creído conveniente plantearos, a ver cuál es vuestra opinión al respecto. Os transcribo, tal cual, el fragmento del diálogo, así sabréis a lo qué me refiero.
-¡Buenos tardes!, cuñadita. ¿No me digas que ya has salido del trabajo? -Le escuché decir al hombre con cierta extrañeza en su tono de voz, mientras que consultaba su reloj de muñeca para comprobar qué hora era. Al parecer, la jornada laboral de la mujer finalizaba a las siete de la tarde -por lo que pude deducir tras escuchar el resto de la conversación-, y en ese instante eran las cinco y media.
-No, lo que sucede es, que he tenido que salir un poco antes -le respondió ella sin más.
-Pero... ¿sigues trabajando donde siempre? -le consultó él con interés.
-Si, todavía estoy en ese almacén -le respondió ella, girando sobre sus talones para darle la espalda mientras se dirigía calle abajo a la hilera de vehículos aparcados, justo en la misma acera. Cuando llegó ante un Seat Ibiza de color blanco, se paró y sacó unas llaves de su bolso. El hombre seguía tras sus pasos.
-¿A caso te han cambiado el horario de tardes? -Le volvió a insistir él. Se notaba que quería continuar con la conversación o bien, averiguar algo más sobre la vida de la otra persona.
-No, lo que sucede es, que he tenido que salir un poco antes -le respondió ella sin más.
-Pero... ¿sigues trabajando donde siempre? -le consultó él con interés.
-Si, todavía estoy en ese almacén -le respondió ella, girando sobre sus talones para darle la espalda mientras se dirigía calle abajo a la hilera de vehículos aparcados, justo en la misma acera. Cuando llegó ante un Seat Ibiza de color blanco, se paró y sacó unas llaves de su bolso. El hombre seguía tras sus pasos.
-¿A caso te han cambiado el horario de tardes? -Le volvió a insistir él. Se notaba que quería continuar con la conversación o bien, averiguar algo más sobre la vida de la otra persona.
-No, ya te he dicho que sigo haciendo lo mismo de siempre, pero hoy me ha surgido un imprevisto y por eso he tenido que salir antes de hora.
La respuesta de la mujer empezaba a carecer del tono amistoso del principio, ahora, se notaba que el interrogatorio de aquel hombre la estaba incomodando y quería finalizarlo cuanto antes, así que nada más responder a su interlocutor, entró en su vehículo y abrió las ventanillas.
-¡Vaya!, las hay con suerte -oyó decir al hombre antes de observar que este se inclinaba y apoyaba sus brazos sobre su ventanilla-. Se nota que eres una enchufada, o..., que algún jefe te quiere mucho -le escuchó decir arrastrando las palabras con intención-; yo también trabajé allí, aunque nunca me dieron permisos cuando me apetecía.
La mirada de la mujer no daba pie a la duda, aquel último comentario le había molestado y mucho, pero se contuvo. El hombre, sin embargo, seguía mirándola sonriente desde su posición. se notaba que aunque ella lo desease, él, todavía no había terminado su interrogatorio, así que ella optó por no hacerle caso, en su lugar, abrió su bolso, tomó las gafas de sol y se las puso, se ajustó el cinturón de seguridad y, acto seguido, arrancó el motor, aunque no pudo iniciar todavía la marcha ya que aquel individuo seguía semi asomado por su ventanilla. Mientras, yo, me entretenía atándome las cordoneras de mis deportivas que fortuitamente se habían desatado al mismo tiempo, hecho que me permitió escuchar hasta el final de la conversación.
-Te iba a invitar a un café, cuñadita, pero como veo que tienes mucha prisa, mejor, lo dejaremos para otro día, eso sí, cuando veas al sinvergüenza de mi hermano, dile que, a ver si viene un día por casa, y nos trae también a los niños, que hace tiempo que no los vemos.
-Pues... qué casualidad, ahora que lo mencionas, al que no suelo ver últimamente por casa es a tu hermano, según él os deja a los niños en casa todas las tardes, después de recogerlos de la escuela. Cuando le veas, cu-ña-di-to, le dices de mi parte, que por mí, puede seguir viéndose con la monitora del gimnasio; que por su culpa he tenido que volver a salir antes de hora del trabajo y, que es la última vez que le recojo a los niños, cuando le toca a él, y ya va tres en este mes las veces que se le ha olvidado ir al colegio a por ellos.
Dando por finalizada la conversación, la mujer aprovechó que el hombre se separaba del vehículo para cerrar la ventanilla e iniciar la marcha. Tras ella dejaba al individuo en cuestión, con cara de sorpresa, e intentando asimilar el cúmulo de mensajes subliminales que su "cuñadita" le había lanzado como dardos envenenados, en una milésima de segundo.
Mis preguntas son las siguientes, y me gustaría conocer vuestra opinión:
1.-¿Hay algún tipo de amonestación legal aplicable a aquellos padres que, por negligencia, dejan olvidados a los niños en las escuelas?
2.- ¿Cómo se afrontan los traumas psicológicos de esos pequeños que, una vez tras otra, se quedan solos en los patios de las escuelas, o en los despachos de sus tutores, esperando a unos padres que nunca llegan y, si lo hacen, encima les regañan por que el niño no les había recordado que ese día les tocaba a ellos recogerlo?
Las secuelas, que experiencias como estas dejan en la memoria de los pequeños, aparentemente sin importancia, la tienen y mucho, por lo general suele traducirse en mensajes aterradores como por ejemplo: "mis padres no me quieren", o, "a mis padres les molesto, por eso no vienen a recogerme", creando a los niños la falsa percepción de que en su entorno están de más.
Desgraciadamente en España este tipo de sucesos es más habitual de lo que pensamos, sobre todo es empleado entre adultos, -en proceso de separaciones y divorcios-, con el único fin de venganza y herir a su ex pareja, pero... ¿por qué ha de ser el niño quién sufra en silencio este tipo de acciones? Una cosa es confundir un horario de autocar, o, de comedor, o no acordarse de que tu hijo ese mismo día vuelve antes a casa, y otra muy distinta, anteponer otros menesteres a las obligaciones como progenitores.
Un niño no es una mascota que se le saca a pasea, o se la deja en casa de un vecino cuando a uno le molesta, para que te lo aguanten. Un hijo es parte de ti, es tú responsabilidad al igual que lo es su enseñanza. Los profesores hacen su labor docente pero eres tú la pieza fundamental para que ese niño, cuando sea ya un adulto, tenga claro cuáles van a ser los valores primordiales por los que ha de luchar en un futuro, los mismos que en su día transmitirá a su descendencia.
Si te ha hecho recapacitar este artículo, déjanos al pie un comentario. Compartir tu opinión nos abre las miras a todos. Gracias.
La respuesta de la mujer empezaba a carecer del tono amistoso del principio, ahora, se notaba que el interrogatorio de aquel hombre la estaba incomodando y quería finalizarlo cuanto antes, así que nada más responder a su interlocutor, entró en su vehículo y abrió las ventanillas.
-¡Vaya!, las hay con suerte -oyó decir al hombre antes de observar que este se inclinaba y apoyaba sus brazos sobre su ventanilla-. Se nota que eres una enchufada, o..., que algún jefe te quiere mucho -le escuchó decir arrastrando las palabras con intención-; yo también trabajé allí, aunque nunca me dieron permisos cuando me apetecía.
La mirada de la mujer no daba pie a la duda, aquel último comentario le había molestado y mucho, pero se contuvo. El hombre, sin embargo, seguía mirándola sonriente desde su posición. se notaba que aunque ella lo desease, él, todavía no había terminado su interrogatorio, así que ella optó por no hacerle caso, en su lugar, abrió su bolso, tomó las gafas de sol y se las puso, se ajustó el cinturón de seguridad y, acto seguido, arrancó el motor, aunque no pudo iniciar todavía la marcha ya que aquel individuo seguía semi asomado por su ventanilla. Mientras, yo, me entretenía atándome las cordoneras de mis deportivas que fortuitamente se habían desatado al mismo tiempo, hecho que me permitió escuchar hasta el final de la conversación.
-Te iba a invitar a un café, cuñadita, pero como veo que tienes mucha prisa, mejor, lo dejaremos para otro día, eso sí, cuando veas al sinvergüenza de mi hermano, dile que, a ver si viene un día por casa, y nos trae también a los niños, que hace tiempo que no los vemos.
-Pues... qué casualidad, ahora que lo mencionas, al que no suelo ver últimamente por casa es a tu hermano, según él os deja a los niños en casa todas las tardes, después de recogerlos de la escuela. Cuando le veas, cu-ña-di-to, le dices de mi parte, que por mí, puede seguir viéndose con la monitora del gimnasio; que por su culpa he tenido que volver a salir antes de hora del trabajo y, que es la última vez que le recojo a los niños, cuando le toca a él, y ya va tres en este mes las veces que se le ha olvidado ir al colegio a por ellos.
Dando por finalizada la conversación, la mujer aprovechó que el hombre se separaba del vehículo para cerrar la ventanilla e iniciar la marcha. Tras ella dejaba al individuo en cuestión, con cara de sorpresa, e intentando asimilar el cúmulo de mensajes subliminales que su "cuñadita" le había lanzado como dardos envenenados, en una milésima de segundo.
Mis preguntas son las siguientes, y me gustaría conocer vuestra opinión:
1.-¿Hay algún tipo de amonestación legal aplicable a aquellos padres que, por negligencia, dejan olvidados a los niños en las escuelas?
2.- ¿Cómo se afrontan los traumas psicológicos de esos pequeños que, una vez tras otra, se quedan solos en los patios de las escuelas, o en los despachos de sus tutores, esperando a unos padres que nunca llegan y, si lo hacen, encima les regañan por que el niño no les había recordado que ese día les tocaba a ellos recogerlo?
Las secuelas, que experiencias como estas dejan en la memoria de los pequeños, aparentemente sin importancia, la tienen y mucho, por lo general suele traducirse en mensajes aterradores como por ejemplo: "mis padres no me quieren", o, "a mis padres les molesto, por eso no vienen a recogerme", creando a los niños la falsa percepción de que en su entorno están de más.
Desgraciadamente en España este tipo de sucesos es más habitual de lo que pensamos, sobre todo es empleado entre adultos, -en proceso de separaciones y divorcios-, con el único fin de venganza y herir a su ex pareja, pero... ¿por qué ha de ser el niño quién sufra en silencio este tipo de acciones? Una cosa es confundir un horario de autocar, o, de comedor, o no acordarse de que tu hijo ese mismo día vuelve antes a casa, y otra muy distinta, anteponer otros menesteres a las obligaciones como progenitores.
Un niño no es una mascota que se le saca a pasea, o se la deja en casa de un vecino cuando a uno le molesta, para que te lo aguanten. Un hijo es parte de ti, es tú responsabilidad al igual que lo es su enseñanza. Los profesores hacen su labor docente pero eres tú la pieza fundamental para que ese niño, cuando sea ya un adulto, tenga claro cuáles van a ser los valores primordiales por los que ha de luchar en un futuro, los mismos que en su día transmitirá a su descendencia.
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