DA TIEMPO AL AMOR "Novedad"

DA TIEMPO AL AMOR  "Novedad"
TAMBIÉN DISPONIBLE EN AMAZÓN

miércoles, 9 de julio de 2014

On 14:17:00 by María Serralba in , ,    Sin comentarios
No puedo negaros que disfruto inmensamente cuando puedo contaros una "historia urbana", que es como llamo a los hechos cotidianos, esos que para muchos carecen de importancia pero que sin embargo para otros, no pasan para nada desapercibidos. La "historia urbana" que os ofrezco hoy es una que me sucedió a mi el otro día.

Me encontraba en mi despacho repasando uno de los bocetos de la siguiente novela, que en breve os ofreceré, cuando desde la otra habitación, mi hijo que estaba estudiando me formulaba una simple pregunta:

"Mamá, ¿tú crees que tendré suerte en la vida?".

Aquellas palabras desataron en mi interior una cadena de pensamientos contradictorios, ¿cómo debería responder a mi hijo esa simple cuestión sin caer en la desgracia de que una mala respuesta, sesgara de un plumazo su recién descubierto entusiasmo por la vida y por su futuro?, así pues, armándome de valor y aplicando algunas de las frases de una verborrea que anidaba en un lugar olvidado de mi mente, y que había llegado hasta allí cuando más o menos a su edad yo fui la que formulaba similares cuestiones a mis antecesoras, empecé a exponer mi disertación.

"La suerte, hijo mío, en parte viene dada, y en parte has de forjarla tu mismo" -le dije, y continué explicándole que la vida es un constante trabajo de superación personal, de adaptación a un entorno que por desgracia, en muchas ocasiones nos resulta hostil y para el cual, la gran mayoría no estamos preparados, y un trabajo interior muy duro de aceptación de uno mismo y de abnegación. Si a ello le añades las veces que has de compartir con los demás, renunciar a tus deseos en favor del bienestar de otros y esperar, y no ser impetuoso a la hora de actuar a no ser que hayas meditado tu acción concienzudamente, todo ello puede ser que te reporte esa "suerte en la vida" que tu anhelas.

Mi discurso, o mejor debería decir monólogo ya que durante todo aquel tiempo desde la habitación de mi hijo no se oía asentimiento alguno, fue escuchado con suma atención, o eso me pareció a mí. A la media hora, extrañada de que no hubiese réplica alguna a mis comentarios -cosa que los que tenéis adolescentes en casa sabéis que es lo más habitual ya que lo cuestionan todo-, me levanté del escritorio y me dirigí a su cuarto. Nada más verme entrar, una luminosa sonrisa afloró a sus labios de niño adulto mientras que dirigía sus manos a los minúsculos auriculares que taponaban sus oídos, se los quitó y me dijo muy risueño:

-Mamá, perdona, pero tenía los auriculares puestos ya que así estudio mejor, ¿me decías algo?

Tras dos improperios con jerga de madre aludiendo a su falta de interés, que no trascendieron a ningún sitio, ya que nuestra conexión -madre-hijo- supera cualquier obstáculo verbal, giré sobre mis propios pasos y volví cabizbaja y meditabunda a mi posición original, es decir, en principio a recluirme en mi trabajo aunque en verdad fue en mis pensamientos, no pudiendo evitar caer en la cuenta, que desde el inicio de mi charla, yo, sabía perfectamente que en el minuto cinco mi hijo no me escucharía, y que el hecho de continuar con mi explicación en realidad se debía a que me la estaba transmitiendo a mi misma.

Nunca viene mal escuchar de nuevo las antiguas y sabias palabras que te recuerdan que, otros, mucho antes que tu, en su día recorrieron el mismo camino empedrado que tú ahora recorres, y vivieron similares situaciones o peores y que siempre, hubo alguien que les aconsejo de la mejor manera que sabía, aunque con ello no cambiase el curso de tus decisiones y menos de tu vida.

Moraleja de madre: "Antes de hablarle a tu hijo, asegúrate bien que no lleve puestos los auriculares o sino, pensarás que ese día es especial y ha salido el sol para ti porque te están dando la razón en todo lo que dices cuando en verdad, no han escuchado ni papa de lo que decías". M.S.  

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