DA TIEMPO AL AMOR "Novedad"

DA TIEMPO AL AMOR  "Novedad"
TAMBIÉN DISPONIBLE EN AMAZÓN

miércoles, 18 de julio de 2012

On 23:42:00 by MARÍA SERRALBA in ,    Sin comentarios



"A ver, chicos. ¿Me vais a decir de una puñetera vez, si es aquí el Registro de la Propiedad Intelectual, o, voy a tener que sacaros la verdad utilizando otros métodos, digamos, más disuasorios?"
Hola amigos, tranquilos que es un simple montaje de mi invención, pero más o menos esa sería la frase que emplearía Lara Croft, la protagonista de Tomb Raider, en caso de haber sido ella, en lugar de yo, la que hubiese ido a la UNIDAD DE DEPÓSITO LEGAL Y PROPIEDAD INTELECTUAL, para registrar una nueva novela. Así pues, permitidme que os cuente mi odisea.

Tras una hora en busca de un aparcamiento para mi vehículo, que al parecer, no cabía en ninguno que quedaba libre, lo encontré, aparqué, y me dirigí entusiasmada a registrar mi
novela. La documentación pertinente iba a buen recaudo dentro de un portafolios, ya que con mis ansias inagotables por aprenderlo todo, aquel mismo día había localizado el enlace de internet que me permitía completar con mis datos personales, los ejemplares que se necesitaban para ello, así que pensé: "como lo llevo todo, tan solo me falta hacer el pago de tasas, y en cuestión de media hora a lo sumo, estaré de vuelta a la normalidad con mi libro registrado bajo el brazo". Pues no, de eso nada. A pesar de salir un día soleado, la nube que de vez en cuando me visita, se posó sobre mi cabeza, y yo sin enterarme.

Presta y veloz como Sara Croft, entré en el edificio donde siempre había estado dichas oficinas del registro y, cuál sería mi sorpresa que, ¡¡estaba vacío!!. Allí no había ni mesas, ni sillas, ni estantes, todo había desaparecido como por arte de magia, incluidos los empleados. "Pero, ¿esto qué es?" -me dije. Preguntando en información, un empleado paciente -don que le había sido otorgado tras varios años de sentirse acribillado con preguntas de toda índole-, me indicó que TODO, había sido súbitamente trasladado en cuestión de dos días, por cosas del "recorte", a las dependencias de otro edificio un tanto alejado de allí. En realidad, las nuevas oficinas se encontraban en una zona igualmente infernal para aparcar, y con un tránsito rodado a prueba de infartos, así que decidí dejar mi coche donde lo tenía, y me
dispuse a caminar, bajo el sol abrasador, todo lo que en la semana no había andado.

El nuevo edificio donde quedaba todo centralizado, también estaba patas para arriba, pero de otra manera. Un cartel en la misma recepción advertía, que las condiciones de limpieza eran precarias debido a que los empleados de dicho departamento, llevaban un tiempo sin cobrar. Efectivamente así lo constaté cuando empecé a encontrar en mi camino hacia el ascensor, pequeñas montañas de cajas apiladas, corchos, carpetas, todo ello restos evidentes de que una mudanza que se estaba llevando a cabo, dejando a malas penas un estrecho pasillo por el que accedía el público que llegaba de la calle hasta la mesa del agente de seguridad. Al instante, le oí formularme la típica pregunta de: “Disculpe, señora, ¿me puede decir dónde va?, por favor”. Tras preguntarle me di cuenta, tarde, de que el agente de seguridad que nos cortaba el paso, todavía no sabía que es lo que sucedía allí, lo único que me supo decir fue, desde hacía dos días, no hacía más que ver entrar y salir cajas, muebles y personas al edificio, que antes no había visto en su vida.

-Pero entonces, ¿en qué planta está lo de Cultura? -le pregunté con tono amable, aunque ya empezaba a impacientarme.

-Pues...-se quedó pensativo-. No sé decirle, señora, mire usted a ver si en la segunda planta es lo de Cultura, sino, allí le dirán donde, pero estoy seguro que queda en alguna planta de este edificio -me respondió con una amable sonrisa como para salir del paso, aunque con
ningún convencimiento, o más bien, debería decir interés.

La "famosa" segunda planta, se ofreció ante mi vista al abrirse las puertas aceradas del ascensor. Por unos instantes no supe donde me encontraba, os lo juro. Mis ojos, acostumbrados a la distribución habitual que suelen tener las dependencias de unas oficinas, de repente, se abrieron por la sorpresa. "Esto no puede ser cierto" -me dije. Ante mí, cualquier fantasía se alejaba mucho de la realidad. ¿Estoy en España? -me pregunté para mis adentros, sabiendo de sobra que efectivamente estaba en el lugar correcto, aunque daba la sensación de que por allí había pasado un torbellino. Cuando casi había perdido las esperanzas, mis ojos se posaron en el rostro de una mujer con cara de ángel, era Carmen, la servicial y atenta funcionaria de sesenta y cuatro años que en una ocasión ya me salvó de mi torpeza en estos menesteres y que ahora, iba a ser nuevamente mi salvavidas y paño de lágrimas. Tras su efusivo saludo que por supuesto, fue correspondido por otro igual o más expresivo por mi parte, con paciencia y profesionalidad, la buena mujer tomó los documentos, los repasó puntualmente, y por fin, procedió a registrar la novela.

-Esto es un desastre, chiquilla -me dijo apenada en respuesta de mis quejas-. Han querido hacerlo para bien, pero se han equivocando de parte a parte. Parecemos cucarachas.

-Pues, espero que con tanto cambio no vayan a perder mi libro –le dije sonriente-, después de lo que me ha costado llegar hasta ti, nada más faltaría eso.

-Tranquila, chiquilla, lo que se pone en mis manos queda a buen recaudo, si es necesario, lo defenderé con mi propia vida -se carcajeó, haciendo con su brazo un ademán de espadachín.

-Gracias, Carmen, eres un sol.

En aquellos momentos agradecí infinito el humor de mi nueva amiga del registro, era como un soplo de aire fresco entre tanta caja de cartón, estanterías todavía sin ordenar, personal de vacaciones, escasez de conexiones telefónicas, absentismo laboral, etcétera, etcétera, etcétera.

¡Bienvenida a la España de la crisis! -me dije nada más salir, aprovechando para cruzar los dedos a fin de que mi libro no fuese confundido con uno de tantos dossieres que irían a parar, en concepto de mudanza, al contenedor de la basura. Volví sobre mis pasos por el hall intransitable, saludando a un guardián que todavía parecía despistado y al fin, me alegré de ver que volvía a la Civilización.
María Serralba©

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